jueves, 1 de septiembre de 2011

“Rompan el pacto de silencio”




La hija de la desaparecida Raquel Negro interpeló a los represores en el juicio por robo de bebés. “Se deben arrepentir de no haberme tirado al río”, le dijo a Amelong y Pagano. Hoy sigue el juicio.

Sabrina Gullino conmovió ayer con su relato en la cuarta jornada del juicio por robo de bebés en el Hospital Militar de Paraná durante la última dictadura. La joven, que conoció su verdadera identidad hace dos años y medio, no sólo construyó un emotivo testimonio ante el Tribunal Oral Federal y ante el público que colmó la sala para apoyarla, sino que en un par de oportunidades miró directamente a los ojos a los represores y los interpeló para que rompan “el pacto de silencio” que mantienen desde hace más de 30 años y aporten lo que saben para la búsqueda de su hermano mellizo. También fue conmovedora la palabra de su hermano mayor, Sebastián Álvarez, quien apeló a la colaboración de los dueños del Instituto Privado de Pediatría (IPP) y el personal del Hospital Militar, y subrayó la paradoja de que las enfermeras recuerden los hechos, pero no los médicos.
En la segunda parte del debate declaró el testigo Juan Ferraroti, todavía hoy médico del nosocomio de avenida Ejército, quien no aportó datos a la investigación. Según relataron trabajadores del hospital, él fue uno de los que intervino para trasladar a Sabrina y su hermano mellizo al IPP cuando los encontró en el servicio de Terapia Intensiva, un lugar no apto para recién nacidos. Este profesional dijo no recordar esos acontecimientos, aunque aclaró que los daba por ocurridos a partir de lo que le contó una de las enfermeras. Ferraroti recibió una advertencia de uno de los miembros del tribunal, Lilia Carnero, quien le advirtió que el delito de falso testimonio comprende a la omisión de decir todo lo que se sabe.
Sabrina nació en marzo de 1978 en Paraná. Junto con su hermano mellizo fue trasladada al IPP. Ella fue abandonada en el Hogar del Huérfano de Rosario y dada en adopción. Recuperó su identidad, pero no se conoce el destino del bebé varón. Sus padres, Raquel Negro y Tulio Valenzuela, se encuentran desaparecidos. Por los delitos de sustracción de los mellizos y la sustitución de sus identidades son juzgados Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Dionisio Pagano, Jorge Alberto Fariña, Marino Hector González y Juan Antonio Zaccaría.
La joven relató cómo fue el proceso de restitución de su identidad y comó fue que conoció a Sebastián, luego de que el análisis de ADN confirmara con un 99,9999% de exactitud que su sangre pertenece al grupo familiar Valenzuela-Negro. Lo llamó por teléfono a su trabajo, en Santa Fe, y acordaron que él iría a las pocas horas a su casa, en Rosario. “Ese día estuve encerrada esperando que llegara y cuando suena el timbre y voy caminando por el pasillo digo ‘bueno, es la primera vez que voy a ver a alguien de mi sangre’. Ese fue un momento importante de mi vida”.
Al promediar la audiencia se dirigió por primera vez a los imputados: “Los reos que están sentados ahí atrás –me enteré de que se les puede decir reos y no es un insulto–, esos señores, reos, son los responsables del secuestro de mi mamá y mi papá y de mi hermano Sebastián, y quisieron destruir a nuestra familia. Quiero que quede claro que no pudieron”.
“Y quiero decirles a estos imputados, y acá hablo en nombre mío y de mi hermano mellizo, que está desaparecido, que mientras él no esté se sigue cometiendo el delito; quiero decirles a los señores que están ahí atrás que si se atreven a romper un poco su pacto de silencio, porque seguramente saben qué paso con mi hermano mellizo, a la condena la van a tener, pero podrán participar de otra manera en la historia”.
Más adelante apuntó directamente a Amelong y a Pagano, los miró a los ojos y les dijo: “Son los que me llevaron en el auto y me dejaron abandonada en el convento. Seguramente no se deben arrepentir de haber secuestrado a mis viejos, pero deben estar arrepentidos de que no me tiraron al río, porque miren todo lo que está pasando, porque 33 años después se los está juzgando, porque para la historia de un país 33 años no es nada. Aunque para la vida de una persona sí es mucho tiempo, porque yo no pude conocer a mis abuelos, a mi familia”.
Gullino hizo notar la falta de memoria de los médicos del Instituto Privado de Pediatría, que no recuerdan la situación irregular en la que se encontraban los bebés derivados desde el Hospital Militar. “Me llama la atención que no recuerden que ingresaron los bebés sin mamá ni papá, que nadie los iba a ver. Me resulta dudoso que no recuerden nada de lo que pasó con esos bebés”, afirmó. Por el contrario, reconoció los testimonios de las enfermeras del hospital y del IPP, porque “se la jugaron cuando empezó esta causa”. Y acotó: “Era dificil, porque cumplían órdenes, pero ellas se pusieron al hombro la verdad y aportaron datos a la Justicia y fueron dando mucha fuerza a la causa. Muchas gracias por la colaboración”.
Al finalizar, hizo la última interpelación: “Quiero decirle a la sociedad paranaense que si tiene algún dato para aportar, que lo haga, que este tiempo es muy intenso y que creemos que el melli está vivo y que lo vamos a encontrar”. Se retiró con efusivos aplausos en las dos salas, en la que es sede del juicio y en la que está destinada para la prensa. En ambas, el relato había sido seguido con atención, con emoción y en absoluto silencio.
Sebastián Álvarez apeló a la colaboración de los dueños del Instituto Privado de Pediatría (IPP) y a la gente que trabajaba en el Hospital Militar. “Que digan qué pasó, porque hay claras diferencias entre las enfermeras, que todas recuerdan el caso, y los doctores que no lo recuerdan. Con esto sacamos como conclusión que existió la complicidad civil de la dictadura, hay un silencio sobre lo que pasó con los chicos”, sostuvo.
“Queremos que estos doctores que son tan conocidos en Paraná recuerden algo y puedan colaborar para que podamos encontrar a nuestro hermano”, apeló.
Antes de retirarse también aplaudido, Sebastián hizo un llamado a la conciencia de quienes tienen datos y no los han aportado a la Justicia. Se dirigió a los responsables y personal del Hospital Militar y del IPP, pero también del hospital San Roque, por donde se presume que pudo pasar el bebé varón entre una institución y otra. “Que recobren la memoria, que necesitamos saber qué fue de nuestro hermano”, remarcó.
Sabrina y Sebastián recordaron al autor de la denuncia que originó la investigación, el fallecido coordinador del Registro Único de la Verdad, Guillermo Germano. “Lastimosamente ya no está con nosotros, pero nos dejó el juicio, nos dejó a mi hermana, que para él fue lo más importante que logró”, sostuvo el joven.

“Las enfermeras tienen mejor memoria” 
En tercer turno declaró como testigo el médico Juan Ferraroti, quien se desempeñaba en Terapia Intensiva del Hospital Militar y que todavía hoy trabaja allí. Según relataron enfermeras, fue uno de los que intervino para trasladar a Sabrina y su hermano mellizo al IPP cuando los encontró en el servicio donde trabajaba, no acondicionado para recién nacidos. Este profesional dijo no recordar esos acontecimientos, aunque aclaró que los daba como ocurridos a partir de que se lo contó una de las enfermeras.
“No recuerdo específicamente la presencia de bebés en la sala de Terapia Intensiva. Cuando la doctora (Marina) Barbagelata (ex abogada querellante) me llamó, hablé con algunas enfermeras y me dijeron que una mañana que yo tomaba mi guardia había dos bebes y pedí que los llevaran a otra clínica. Me dijo que a los chiquitos lo habían llevado a no sé dónde”, sostuvo.
“¿El hecho lo da por ocurrido en base a lo que le refrescó la testigo?”, le preguntó Roberto López Arango, presidente del Tribunal. “Imagino que sí, no recuerdo qué pasó pero la enfermera con la que hablé me dijo que fue así y no tengo porqué dudar de que fue así”, respondió.
Uno de los momentos de mayor tensión se produjo luego de que Ferraroti dijera que nunca había visto mayor movimiento de militares a lo habitual, en contradicción con lo afirmado por testigos respecto de los días en los cuales estuvo internada Raquel Negro. A partir de eso la jueza Lilia Carnero le preguntó si tenía “algún problema de vista”, ya que le llamaba la atención esa contradicción, y le recordó que si omitía información podía incurrir en el delito de falso testimonio.
“No tengo ningún problema de vista”, dijo el médico, y se defendió diciendo que había que ver “cuándo y dónde” se había notado esa cantidad inusual de militares.
“Se nota que las enfermeras tienen mejor memoria que los profesionales”, acotó la magistrada.
“Puede ser”, se limitó a contestar el testigo.
El médico negó haber visto ningún registro donde figuren pacientes como NN. Tampoco recordó haber visto a Zaccaría junto a los bebés, aunque dijo que el jefe de Terapia era el encargado de la inscripción de los pacientes.

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