jueves, 8 de septiembre de 2011

Las evasivas de un militar no permitieron sumar precisiones

Los imputados: Pagano prefiere no estar presente en la sala.
(Foto: UNO/Juan Ignacio Pereira)

Un ex sargento que sacaba sangre a los pacientes del Hospital Militar dijo haberse enterado por terceros del nacimiento de los bebés de Raquel Negro. Dijo no recordar porque “fue hace 33 años” 

Un ex preparador de laboratorio del Hospital Militar, que se retiró del Ejército con el grado de sargento ayudante, fue uno de los que declaró como testigo ayer en el juicio por robo de bebés durante la última dictadura que se desarrolla ante el Tribunal Oral Federal de Paraná. Al igual que otras dos ex empleadas del nosocomio, el hombre dijo que se enteró sólo por comentarios del nacimiento de los hijos mellizos de la detenida-desaparecida Raquel Negro, y no aportó mayores datos de interés para la investigación. Entre otras respuestas que no resultaron convincentes, llegó a decir que no podía distinguir si le extraía sangre a mujeres embarazadas o a obesas y en un momento se le debió recordar que estaba declarando bajo juramento de decir la verdad.

Ayer se dio inicio a la tercera semana del juicio por la causa Hospital Militar, que tiene como imputados por sustracción y sustitución de identidad de los hijos de Raquel Negro al médico Juan Antonio Zaccaría, y los ex integrantes del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario Pascual Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Jorge Fariña, Marino González y Walter Pagano.

El militar retirado que declaró como testigo relató que se desempeñó en el laboratorio del Hospital Militar en 1978 y que sacar sangre a los pacientes internados era una de sus funciones, además de preparar los materiales y elementos para que los profesionales efectuaran los análisis. Aseguró que nunca tomó conocimiento de que estuvieran internadas personas a las que la dictadura llamaba “subversivas” y que tampoco tuvo contacto con embarazadas. “Nunca supe si la paciente era embarazada u obesa. A mí no se me notificaba si era un embarazo, era la paciente o el paciente”, indicó, y su frase mereció críticas por lo bajo entre los asistentes al debate. Además aseguró que no podría distinguir entre una mujer gorda y una embarazada aunque estuviera de ocho meses, como se supone estaba Raquel Negro a fines de febrero o principios de marzo de aquel año.

De la misma manera, afirmó que no se enteró ni se acuerda de un operativo militar de custodia de un paciente que le haya llamado la atención por involucrar a un personal de tropa más numeroso que lo habitual y se cuidó de no dar a entender que le pudo haber sacado sangre a alguien que estuviera secuestrado: aseguró que nunca vio a una persona encapuchada, atada o esposada; que “los pacientes se tapaban la cara porque le tenían miedo a la aguja”; que “estaban tapados con la frazada” y que él “únicamente descubría el brazo para la extracción”.

Sin embargo, reconoció que se enteró por lo que se decía “de boca en boca” del caso de los bebés: “No lo puedo negar. Escuché que habían nacido unos mellizos, nada más (…) Fue un hecho novedoso por ser mellizos. Que había fallecido uno de ellos, eso también llamó la atención, también de boca en boca. Era algo fuera de lugar, digamos, para un Hospital Militar”. Dijo no recordar qué se decía acerca de cómo había sido la supuesta muerte de ese niño, que no sabe qué pasó con el cuerpo, ni con el niño que quedó vivo ni con la madre; ni qué nombre le pusieron las enfermeras a los recién nacidos por carecer de identidad. Sólo admitió que aquello “fue como un shock a nivel hospitalario”.

Fue entonces cuando, ante tantas respuestas negativas, la abogada Ana Oberlin –representante de la querella de Abuelas de Plaza de Mayo– le preguntó si había recibido amenazas antes de la audiencia. La respuesta fue negativa. A pedido de la letrada, el tribunal le recordó que estaba declarando bajo juramento de decir la verdad. “Son muchos años, son 33 años”, se defendió.

Su supuesta falta de memoria surgió también cuando le preguntaron quién pudo haber atendido a los bebés. Sólo recordó a médicos fallecidos –el ex director del nosocomio Luis Levin y el ginecólogo Jorge Cantaberta– y nombró al imputado Zaccaría como quien tenía “el tercer puesto de jefatura”.

Además de este militar retirado, otros dos testigos admitieron que el caso de los bebés se comentaba entre el personal. Una enfermera de Terapia Intensiva aseguró no haber tenido contacto con los bebés cuando fueron internados en ese servicio, pero sí que algunos de sus compañeros le contaron sobre lo sucedido: “Recuerdo por comentarios que habían dicho que nacieron dos mellizos que estaban delicados de salud y que estuvieron unas horas y que fueron derivados al Sanatorio del Niño. Eran un varón y una mujer, todo por comentarios”. No supo decir quiénes los atendieron, ni quién los recibió, ni quién los derivó.

Otra ex empleada que al momento de los hechos trabajaba en consultorios externos del nosocomio también manifestó escuetamente haberse enterado, sólo por lo dicho de boca en boca, de una mujer detenida que tuvo familia en marzo de 1978.

En tanto, una instrumentadora y una empleada de Ginecología dijeron no tener ningún conocimiento del caso.


El rol del Instituto Privado de Pediatría
En lo sucesivo, el juicio comenzará a girar sobre el paso de los bebés por el Instituto Privado de Pediatría (IPP), con las declaraciones de testigos que se desempeñaron en esa clínica: médicos, enfermeras y propietarios. Según los registros, los mellizos de Raquel Negro estuvieron internados allí, derivados desde el Hospital Militar; la niña entre el 4 y el 27 de marzo de 1978, asentada como Soledad López, y el niño entre el 10 y el 27 de marzo, como NN López.

Ayer ya se escuchó el testimonio de un pediatra que se desempeñó en Neonatología del IPP pero, según dijo, a partir de dos meses después de aquellas internaciones. De todos modos, sus expresiones dejaron en claro que aquellos acontecimientos debieron ser lo suficientemente extraordinarios como para que sean recordados por quienes los vivieron. Por ejemplo, de sus declaraciones se desprende:

1) Los registros de pacientes sin identidad o con identidad ficticia era algo completamente anormal. Cuando, por tratarse de una urgencia de vida o muerte, el bebé ingresaba sin que se asentaran los datos, luego el área administrativa de la clínica se encargaba de regularizar esa situación. El testigo no conoció ningún caso de niños sin identidad.

2) El testigo consideró “raro” que estuvieran internados pacientes que no recibieran la visita de sus familiares.

3) Recibir bebés del Hospital Militar no era habitual. Lo más común era que provinieran de la clínica Modelo, La Entrerriana, el sanatorio Rivadavia y la clínica Villanueva.

4) Afirmó que “es inusual que estén diez días internados pacientitos” con esas características y “que no se sepa”.

5) Para disponer el egreso de un paciente, el médico de guardia comúnmente avisaba al médico de cabecera, que por lo general era el que le había dado ingreso. No necesariamente eso era comunicado a las autoridades máximas del IPP, pero sí a la parte administrativa, que “siempre estuvo a cargo de (Miguel) Torrealday y David Vainstub”.

6) Una cardiopatía congénita severa, como la que supuestamente padecía el varón –según dijo el médico que lo atendió en el Hospital Militar, Alfredo Berduc– generalmente merecía una derivación al hospital Gutiérrez de Buenos Aires o algún otro de alta complejidad que en esa época existían en La Plata y en Córdoba, no al IPP.


Alfredo Hoffman 
De la Redacción de UNO

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