viernes, 30 de septiembre de 2011

La tesis de Trabajo Social de Raquel Negro llega a manos de sus hijos

RAQUEL NEGRO Y SU HIJO SEBASTIÁN.

Sabrina y Sebastián recibirán el miércoles el trabajo final de Trabajo Social su madre detenida-desaparecida. El acto se realizará en la sede de la FTS, en Paraná, en el marco del juicio por la causa Hospital Militar.

Durante un acto que se realizará el miércoles en Paraná, se hará entrega de la tesis elaborada por la trabajadora social detenida-desaparecida Raquel Negro, a sus hijos Sebastián Álvarez y Sabrina Gullino Valenzuela Negro. Las carreras de Licenciatura en Trabajo Social de la Facultad de Trabajo Social de la UNER y de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL convocaron a participar de esta actividad.

La ceremonia se realizará en el marco del juicio de lesa humanidad en trámite ante el Tribunal Oral Federal de Paraná, por la causa conocida como Hospital Militar, donde se juzga a seis represores acusados de la sustracción de los mellizos de Raquel Negro nacidos en cautiverio y de la supresión de sus identidades.

Sabrina Gullino Valenzuela Negro pudo recuperar su verdadera identidad hace casi tres años, mientras que la búsqueda de su hermano mellizo varón todavía continúa. Sebastián Álvarez es hijo de Raquel Negro y Marcelino Álvarez; estuvo secuestrado con su mamá cuando apenas tenía un año y medio, en el centro clandestino de detención Quinta de Funes.

El acto se llevará a cabo en el salón Ofelia Zaragozzi de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos, ubicada en La Rioja 6 de Paraná, el miércoles a las 18.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Regreso al punto de partida


El regreso. Sabrina Gullino (abajo a la derecha) durante la 
inspección en el hospital. Detrás, Guerrieri.
En el juicio por robo de bebés se hicieron inspecciones en el Hospital Militar y en el IPP. Después de 33 años, Sabrina conoció el lugar donde nacieron ella y su hermano desaparecido 

Sabrina Gullino volvió ayer al Hospital Militar y al Instituto Privado de Pediatría. Le llamó la atención las distancias y las dimensiones: las dependencias de la institución del Ejército le parecieron estar mucho más cerca entre sí de lo que se imaginaba y la sala de Neonatología del IPP le pareció muy pequeña. Pensó que los médicos pediatras no pudieron no haberse enterado de que ella y su hermano mellizo desaparecido estuvieron allí durante alrededor de 20 días. Justamente, casualidad o no, ayer había ahí dos hermanitos en una incubadora. Estaban con sus nombres, perfectamente identificados. No era así hace tres décadas.

“Fue bastante fuerte, porque tuve una vivencia más figurativa, más completa. No es lo mismo reconstruir la historia sin ver el lugar, que cuando uno lo ve”, expresó a UNO la hija de Raquel Negro. Ella fue sustraída por los represores y pudo recuperar su verdadera identidad. Ahora es querellante en el juicio por robo de bebés que se realiza en Paraná.

En el Hospital Militar y en el IPP se hicieron inspecciones oculares como cierre de la etapa de producción de pruebas. Sabrina y su hermano mayor, Sebastián Álvarez, jueces, fiscales, abogados querellantes, los imputados Jorge Fariña, Pascual Guerrieri y Juan Daniel Amelong y tres enfermeras recorrieron las dependencias donde Raquel pasó sus últimos días, embarazada y en cautiverio. En la Guardia médica, guiados por la trabajadora de Maternidad que la asistió antes y durante el parto, visitaron la habitación donde estuvo detenida, custodiada las 24 horas. Luego rodearon el edificio y observaron la ventana que hace 33 años estaba enrejada con tablas de cajón de manzanas.

De allí fueron a Maternidad, un pabellón de techos altos y habitaciones que hoy están desocupadas. Una de esas piezas era la sala de partos. La enfermera explicó que allí dentro nacieron Sabrina y su hermano. Que un hombre que estaba en esa puerta, vestido de civil, entró y retiró al varón, que había nacido primero, argumentando que estaba cianótico. “Pero yo no lo vi cianótico, para nada”, recordó la mujer. Sabrina nació después y se quedó ahí con su mamá cuando la empleada se fue. Ayer al mediodía esa sala se dejaba ver vacía, con las paredes descascaradas y apenas iluminada con un cuadrado de luz que ingresaba por la única ventana.

Antes la comitiva había pasado por la sala 1, donde están las habitaciones, y Terapia Intensiva, donde los bebés estuvieron internados ya con sus identidades suprimidas. En aquellos años allí mandaba el médico militar Juan Antonio Zaccaría, hoy procesado, quien prefirió no participar de la inspección. En la otra punta del pasillo pero a pocos metros estaba la habitación 5, donde estuvo Raquel después del parto, vigilada por varios militares armados.

La segunda inspección fue en el IPP, en España 312. El despliegue de vehículos y de gente en esa calle céntrica motivó que se cortara el tránsito. Todos ingresaron por un pasillo angosto. Al final estaba la entrada de Neonatología. El médico Miguel Torrealday ofició de guía. Cerca estaban dos de sus tres socios: David Vainstub y Ángel Schroeder. Torrealday dijo que estaba muy conmovido y que su intención era colaborar con la Justicia. Pero Sabrina, después de estar allí, manifestó sus dudas y su enojo porque “ninguno de los cuatro médicos pueda asumir la responsabilidad que tuvieron en su momento”.

“No queremos más que encontrar al melli. Cómo cambiaría la historia si tiraran una pista certera. Esto nos deja un sabor amargo. No hallo una explicación a que esta gente con mucha trayectoria en Paraná, los cuatro o alguno de los cuatro, no sepan lo que pasó. Con las dimensiones de la sala, las características, el vidriado, hoy me parece imposible que Torrealday no haya sabido qué pasaba en esa clínica. Ellos saben lo que pasó, ahora lo tienen que decir, y espero que cuando termine el juicio pueda ir a darles un saludo sincero”, reflexionó.

En el IPP también estuvieron presentes enfermeras que colaboraron con la investigación: “Cada una fue aportando datos muy importantes y ya hay una relación de afecto con ellas, porque son un sostén muy importante en toda esta historia. Quiero destacar su valentía y su inmensa humanidad. Estuvo muy bueno encontrarme con ellas”, añadió.

Con los testimonios de ayer de Estela de Carlotto y de Miguel Bonasso –el del médico Jorge Eduardo Rossi no se realizará por sus problemas de salud– finalizó esta etapa del juicio por la causa Hospital Militar. Se abrió un cuarto intermedio hasta el 4 de octubre, cuando el acusado Amelong ampliará su indagatoria, se introducirán declaraciones testimoniales por lectura y se dará inicio a los alegatos.

“Para mí el proceso del juicio fue muy dinámico, muy preciso. Me parecen muy interesantes todos los avances que se han tenido, cada testimonio fue brindando mucha más fuerza a la hipótesis del bebé vivo, que ahora ya no lo dudamos más. Creemos que el mellizo vive y que alguien se lo llevó”, finalizó Sabrina.

Guerrieri y los CCD 
Ayer Guerrieri solicitó hablar por tercera vez en lo que va del juicio para contestar las acusaciones del testigo clave Eduardo Costanzo y para asegurar que no tiene “ningún pacto de silencio con nadie, excepto con Dios”, en contestación a la interpelación que le hicieran Sabrina y Jaime Dri.

Sobre el final de su intervención, terminó admitiendo la existencia de centros clandestinos de detención. Ante una pregunta de uno de los integrantes del tribunal, dijo: “A un ladrón común se lo pone en una cárcel común. En todas las guerras que hubo en el planeta siempre existieron los campos de concentración”. Aunque luego intentó desvincularse: “Aquí puede haber habido, yo no los conocí, no estaba en esa tarea. Estuve afectado al Mundial 78”.

Carlotto recordó que Torrealday sabía
La titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, recordó ayer la reunión que mantuvo hace 11 años con Miguel Torrealday, uno de los socios del IPP. Según relató, el médico le contó algunos detalles sobre la internación de bebés mellizos sin nombres provenientes del Hospital Militar –los hijos de Raquel Negro– en marzo de 1978. Esto entra en contradicción con lo dicho por el propio Torrealday en sus declaraciones: que no sabe nada o que no se acuerda.

Carlotto dijo que Torrealday le explicó porqué la niña ingresó el 4 de marzo y el niño el 10: “Él suponía que como la niña que había ingresado primero lloraba mucho, trajeron a su mellizo para que la acompañara, siendo que pareciera que el chiquito no estaba muy bien de salud”. Al declarar por videoconferencia, la titular de Abuelas dijo no recordar si Torrealday percibió esa circunstancia o si se la comentaron; pero sí es claro –de acuerdo con este testimonio– que estaba al tanto de los hechos. El encuentro entre Carlotto y Torrealday fue en 2000 y el médico se mostraba preocupado por haber supuestamente descubierto la anotación de bebés NN en el libro de ingresos del IPP. Sin embargo Torrealday declaró que detectó esas inscripciones mucho antes, en 1989.

Luego declaró el diputado nacional y periodista Miguel Bonasso, quien ratificó lo publicado en su libro Recuerdo de la muerte y responsabilizó a los imputados por el cautiverio de Raquel Negro y su traslado al Hospital Militar de Paraná para dar a luz.

Alfredo Hoffman 
De la Redacción de UNO

jueves, 22 de septiembre de 2011

Cómo robaron los mellizos de Raquel Negro, según Costanzo

El testigo clave relacionó a los acusados con los delitos que se investigan en la causa Hospital Militar. También pidió que se tomen medidas para determinar si Navone o su hermano tienen a un hijo de desaparecidos.

Eduardo Rodolfo Costanzo, alias El Tucu, ex personal civil de Inteligencia del Ejército, contó ayer todo lo que dice saber sobre el capítulo del genocidio de la última dictadura que comprende a la santafesina desaparecida Raquel Negro y a sus mellizos. Su testimonio cumplió con las expectativas que existían, especialmente sobre dos cuestiones: por un lado, cómo fue el plan para robar los bebés y sustituirle la identidad y quiénes fueron algunos de los responsables de idearlo y ejecutarlo; y en segundo lugar, qué pudo haber pasado con el niño que todavía sigue siendo buscado. Sobre lo primero responsabilizó a cinco acusados: Pascual Guerrieri, Jorge Fariña, Juan Daniel Amelong, Walter Pagano y Marino González. Sólo dejó afuera al médico Juan Antonio Zaccaría, a quien dijo no conocer. Sobre lo segundo, dio marcha atrás con sus manifestaciones anteriores acerca de que el bebé muirió al nacer y hasta pidió que se investigue la hipótesis según la cual el apropiador habría sido el militar que se suicidó en 2008, Paul Navone, o un hermano de éste.

Costanzo llegó a las 10 en punto a la sede tribunalicia donde se realiza el juicio. Un auto con vidrios polarizados ingresó raudamente al edificio de calle 25 de Mayo luego de trasladarlo desde Rosario, donde cumple prisión domiliaria por la condena a perpetuidad que le cabió en el juicio por la causa Guerrieri. Fue el único testigo de la décimo tercera jornada y sus antecedentes de haber declarado en contra de sus pares represores motivaron que estuvieran desbordadas de público las dos salas dispuestas por el Tribunal Oral Federal de Paraná para el desarrollo del debate. La ansiedad también dominó a los imputados, en especial a Jorge Alberto Fariña, quien pidió prestar declaración indagatoria antes de que Costanzo compareciera ante los jueces, luego de haber permanecido callado durante todo el mes que lleva el juicio. Lo hizo para anticiparse a las acusaciones y calificar a su ex subordinado como “fabulador, mitómano, extorsionador” y “persona perversa”.

Cuando El Tucu ingresó a la sala, un detalle de su vestimenta dominó la escena: llevaba puesta la misma corbata con figuras de Mickey y otros personajes de Disney que usó cuando concedió una entrevista al periodista Carlos Del Frade hace 15 años, cuando contó por primera vez que Raquel Negro había dado a luz a mellizos en el Hospital Militar de Paraná, un niño y una niña, y que el varón había muerto en el parto.

Esa imagen contrastante, como la calificó Del Frade cuando la mencionó en su declaración de la semana pasada, era una señal de que venía siguiendo el hilo juicio, algo que confirmó cuando rectificó su versión de que el niño había muerto para decir que sólo fue un comentario de sus compañeros que realizaban la custodia de Raquel Negro en Paraná: “No sé si lo contaron porque se lo quedó alguno de ellos. Ahora, mirando los diarios veo las declaraciones de los médicos de que el chiquito no nació muerto”.

En esa misma línea, reconoció que su defensor en Rosario aportó como prueba la copia de un mail que, según dijo, le dejaron en su casa, en el cual se habla de que Navone se habría quedado con el bebé. Se trataría de un intercambio entre Carlos Razetti –hijo del dirigente justicialista asesinado por la Triple A, Constantino Razetti– y un periodista argentino radicado en Barcelona, Oscar Copaitich. Aseguró que desde hace un año y medio viene reclamando que se le tome declaración a Razetti, quien “tiene todo para decir sobre quiénes mataron a Raquel Negro y quién tiene el mellizo”, y ahora a Copaitich, quien –según indicó– "se crió” con los hermanos Navone en la localidad santafesina de Casilda. "Háganle un ADN al hijo de Navone, que el día que se mató lo mandaron a España, y al hijo del hermano de Navone, que vive en Casilda, porque se comentaba que tenían un hijo de desaparecidos él o el hermano", sostuvo.

El plan y los responsables

Constanzo dijo suponer que la orden para trasladar a Raquel Negro embarazada al Hospital Militar de Paraná, desde su lugar de cautiverio en la zona de Rosario, la dio “la cúpula de arriba”, es decir el comandante del Segundo Cuerpo de Ejército, Leopoldo Fortunato Guerrieri, o su lugarteniente, Luciano Adolfo Jáuregui, o el mismo Guerrieri, segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 121.

Dijo también que vio a Raquel embarazada en el centro clandestino de detención que funcionaba en la Quinta de Funes, que “operativamente dirigía Guerrieri” y donde actuaba el resto de la “patota” del DI 121: Fariña como jefe de la sección Operaciones Especiales, Amelong como segundo jefe de esa sección y González “en la sección calle”. Los cuatro “sabían vida y milagro” de todo lo que ocurría. La “patota” eran la que “operaba, detenía, hacía los vuelos de la muerte”.

Sobre el traslado de Negro indicó: “Quién se encargó de todos los trámites fue Marino González, él organizaba las guardias, quién tenía que venir a cuidarla; me imagino que en comunicación con gente del hospital”, dijo. Específicamente mencionó que González debe haber tenido contacto con Navone en el nosocomio.

“La hicieron figurar como la sobrina de Galtieri, la internaron y venían a hacer guardia mis compañeros. Aclaro que yo nunca vine, nunca me designaron. La guardia cambiaba cada 24 horas. Los muchachos contaban cómo era el servicio, cómo le llevaban la comida para ella y para la custodia a la habitación, que estaba apartada, con dos camas”, dijo. “Me lo decían El Barba, El Puma, Scilabra, todos los que habían hecho guardia”.

Tambjién le comentaron que nacieron un varón y una mujer. La niña, Sabrina Gullino, que pudo recuperar verdadera identidad, fue abandonada en el Hogar del Huérfano de Rosario. Costanzo reiteró lo que viene diciendo al respecto: “Después me entero, porque me lo contó Pagano, que él y Amelong la tiraron a la nena en la puerta de un convento. Orgulloso estoy de que hoy Sabrina tenga su identidad gracias a mí. Lo que sé es que Amelong se quedó en el auto y Pagano la dejó en el hall. Contó que dejó un escarbadientes para que el timbre siguiera sonando y la monja de arriba preguntó '¿qué busca?' y salió corriendo (…) Nos cagamos de risa (…) No sé quién la trajo a la bebé ni cuándo ni cómo llega a manos de ellos”.

A Raquel Negro la vio por últma vez ya sin vida, “la noche que mataron a los 16 detenidos en la quinta de Amelong”, en referencia a La Intermedia. “Después que los cargan a todos en un camión, un Merceditos Benz, para llevarlos al aeropuerto para tirarlos al mar, para un auto al lado mío, se bajan tres o cuatro tipos, abren el baúl, miro así y la veo totalmente desnuda, con una bolsa de plástico acá (en la cabeza) y atadas las manos. La sacaron y la cargaron junto con los otros muertos”.

El encargado de tirar los cuerpos desde los aviones, según manifestó, era el imputado González: "Les digo a Sabrina y a Sebastián (el hijo mayor de Raquel Negro): mírenle bien el rostro a Marino González, porque él es el último que tocó a su madre, porque era él quien tiraba la gente de los aviones".

“A él le creen y a mí no”

El imputado Jorge Fariña pidió prestar declaración indagatoria antes del testimonio de Eduardo Costanzo. Lo hizo para anticiparse a las acusaciones diciendo que su ex subordinado tiene "animosidad" contra él y que es un "fabulador, mentiroso, mitómanmo, extorsionador, un personaje perverso".

"A él se le cree todo y a mí no se me cree nada, que soy todo lo contrario y reconocido en todas las ciudades donde estuve. Soy una persona de bien".

Luego añadió: "Creo que la investigación debe dirigirse y profundizarse principalmente sobre Costanzo y Navone, y sobre el IPP (Instituto Privado de Pediatría). Yo no tengo absolutamente nada que ver, ojalá se llegue a buen término y ojalá se sepa qué es lo que sucedió con los mellizos de la señora Raquel Negro".

Alfredo Hoffman
De la Redacción de UNO

lunes, 19 de septiembre de 2011

Robo de bebés: Costanzo concentra la atención en la quinta semana

COSTANZO, SI SU SALUD SE LO PERMITE, DECLARARÁ
ESTE MIÉRCOLES EN PARANÁ. (FOTO: TÉLAM)

El represor debe declarar como testigo el miércoles y la expectativa está en que agregue datos sobre el destino del hijo varón de la desaparecida Raquel Negro. El jueves declararán por videoconferencia Estela de Carlotto y Miguel Bonasso.

Eduardo Tucu Costanzo, ex personal civil de Inteligencia del Ejército, debe declarar este miércoles en el juicio oral y público por robo de bebés durante la última dictadura militar que se desarrolla en Paraná. Su testimonio es considerado clave por las precisiones que puede aportar a la investigación, tendiente a determinar responsabilidades sobre el robo de los bebés mellizos de los militantes desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela –nacidos en el Hospital Militar en 1978– y la sustitución de sus identidades.
 
Además de Costanzo, para el jueves se prevé que declararen, mediante videoconferencia desde Buenos Aires, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y el diputado nacional y periodista Miguel Bonasso, autor del libro Recuerdo de la muerte en el que abordó el caso de Valenzuela y Negro.

Luego de las videoconferencias, para el mismo jueves está previsto que se realicen las inspecciones judiciales en el Hospital Militar y el Instituto Privado de Pediatría. Si todo transcurre de acuerdo a la previsto, el viernes no habría actividad y se abriría el plazo para la formulación de los alegatos, se informó a UNO.
 
El tucumano ex servicio de inteligencia se encuentra cumpliendo condena de prisión perpetua en forma domiciliaria, en Rosario, por las violaciones a los derechos humanos en los centros clandestinos de detención de esa ciudad que fueron juzgadas en la causa Guerrieri. Su testimonial en la causa Hospital Militar estaba prevista en principio para el 31 de agosto, pero se suspendió porque padecía “diverticulitis aguda” con episodios de diarrea, según el certificado médico que presentó al Tribunal Oral Federal de Paraná.
 
Tanto en la instrucción de la causa como en algunos medios de comunicación, Costanzo dio detalles sobre el cautiverio de Raquel Negro embarazada en los CCD Quinta de Funes, escuela Magnasco y La Intermedia; sobre su traslado a Paraná para dar a luz en el Hospital Militar y sobre el robo de los bebés. Dijo que el mellizo varón nació muerto y que a la mujer la dejaron Walter Pagano y Juan Daniel Amelong –dos de los procesados– en la puerta de un orfanato rosarino. La versión de la niña se confirmó cuando Sabrina Gullino conoció su verdadera identidad y se supo que había sido abandonada en el Hogar del Huérfano.

En cuanto al varón, el procesado Pascual Guerrieri dijo durante el juicio que Costanzo sabe que se lo quedó el militar Paul Navone, quien también estaba imputado en la causa pero se suicidó el día que debía prestar declaración indagatoria. Al respecto, buscando desligarse de su responsabilidad como segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 121, Guerrieri presentó como prueba un supuesto mail de Costanzo donde relatara esta versión. Este tema será una de las preguntas obligadas este miércoles.
 
Sobre el destino de Raquel Negro, Costanzo dijo que la vio llegar muerta a La Intermedia, desnuda y atada en el baúl de un Peugeot 504.
 
Además de las responsabilidades de Guerrieri, Amelong y Pagano, este represor también atribuye poder de decisión en el plan para el robo de bebés a los acusados Jorge Alberto Fariña, como jefe de Operaciones Especiales del DI 121, y a Héctor Marino Gonález, por haber coordinado las guardias para custodiar a Raquel en el nosocomio de avenida Ejército.
 
Además de Guerrieri, Amelong, Pagano, González y Fariña, está acusado el médico militar anestesista Juan Antonio Zaccaría, quien se desempeñaba como jefe de Terapia Intensiva del Hospital Militar de Paraná.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Jaime Dri involucró a Fariña, Guerrieri, Amelong y Pagano


En el juicio, el sobreviviente del terrorismo de Estado nombró a los cuatro represores como responsables del cautiverio de Raquel Negro y de organizar su traslado a Paraná para dar a luz

Desde Panamá, mirando en un monitor a quienes lo tuvieron cautivo en los centros clandestinos de detención de Rosario hace 33 años, Jaime Dri cerró ayer su esclarecedor testimonio ante el Tribunal Oral Federal de Paraná con una exigencia contundente: “Les digo a Sebastián, Jorge, Daniel y Sergio II que hagan un acto histórico y digan dónde está el hermano de Sabrina y el Sebas. Rompan el pacto de silencio”. El ex detenido-desaparecido, que pudo escapar de su secuestro durante la última dictadura, se dirigió de esa manera a cuatro de los acusados en el juicio por la causa Hospital Militar, donde se investiga el robo y la sustitución de la identidad de los hijos mellizos de sus ex compañeros de militancia y de cautiverio, Raquel Negro y Tulio Tucho Valenzuela. Sabrina es la joven que recuperó su identidad y Sebas es su hermano mayor, Sebastián Álvarez.

En los campos de concentración que funcionaban en la Quinta de Funes, en la escuela Magnasco y en La Intermedia, Sebastián era Jorge Alberto Fariña, Jorge era Pascual Oscar Guerrieri, Daniel era Juan Daniel Amelong y Sergio II era Walter Salvador Dionisio Pagano. Dri los volvió a reconocer por sistema de videoconferencia, a 5.000 kilómetros de distancia, sentados en el banquillo de los acusados junto a Juan Antonio Zaccaría y Marino Héctor González. Su testimonio sirvió para comprometerlos con los crímenes investigados. Hasta el jueves Guerrieri se reía porque los testigos no lo nombraban. Ahora la situación es otra.

El entrerriano Dri, con su declaración, responsabilizó a los cuatro represores por tener cautiva a la madre de los mellizos y organizar su traslado al Hospital Militar de Paraná para que aquí nacieran los niños que luego serían atendidos en el Instituto Privado de Pediatría y sustraídos. También fueron quienes participaron del asesinato y desaparición de Raquel, según quedó establecido en el juicio que se desarrolló en Rosario.

El ex diputado justicialista dijo que María –apodo con el que conoció a Raquel Negro– fue secuestrada en Mar del Plata el 1º de enero de 1978 junto a su hijo Sebastián, que tenía 1 año y medio, y su pareja Tucho Valenzuela. Al día siguiente los tres llegaron a la Quinta de Funes, donde él estaba desde fines de 1977. Cuando el fiscal José Ignacio Candioti le preguntó quién la tenía detenida a Raquel, dijo sin dudar que “el de mayor rango era Jorge”, por Guerrieri, y quien comandaba el grupo operativo era Sebastián, por Fariña.

Un domingo por la tarde, cuando Tucho acababa de aceptar participar de la llamada Operación México para asesinar a la cúpula de Montoneros, que luego desbarataría, Raquel salió de la Quinta de Funes acompañada de miembros de la patota. Fue a Santa Fe a dejar a su hijo mayor con los abuelos maternos. Luego de la fuga de Tucho y de su denuncia internacional de las violaciones a los derechos humanos, todos los detenidos fueron trasladados a la escuela Magnasco, en Rosario, y de allí a La Intermedia, en la autopista que une esa ciudad y Santa Fe. Desde ahí Raquel fue “sacada en dos oportunidades: la llevaron a Paraná a los efectos de un chequeo médico”. No la llevaban por la autopista, sino que la retiraban por un camino de tierra que pasaba por debajo de un puente, que Dri reconoció durante una inspección que se realizó en el marco del juicio en Rosario.

Cuando regresó del segundo chequeo, le comentó que quienes la atendieron le habían dicho que todavía faltaba un tiempo para el parto. Por eso sorprendió lo que sucedió algunos días después: “Jorge reunió a todos. A mí me dijo que si querían me mataban y a María le comunicaron que nuevamente la llevaban a Paraná. Era de suponer que pudiera haber un desenlace peor”.

“La llevaron una mañana temprano. Al poco tiempo llegó la noticia de que había tenido mellizos, que estaba bien y en pocos días la iban a traer a la Intermedia”, dijo Dri. Incluso recordó que alguien dijo: “Este hijo de puta de Tucho encima tuvo mellizos”. Era claro que ambos bebés estaban vivos, pese a que luego se echó a circular la versión de que el varón falleció. También que la habían llevado al Hospital Militar de la capital entrerriana. Luego a él lo trasladaron a la ESMA y ya no volvió a ver a Raquel, que hoy continúa desaparecida.

Una detenida en el hospital
Luego de Dri declaró un testigo que se desempeñaba como fisioterapeuta en el Hospital Militar mientras hacía la conscripción. Contó que en una oportunidad lo enviaron a realizar un refuerzo de guardia a la sala de Enfermería del nosocomio, donde se encontraba una mujer detenida, atada de pies y manos.

Esto sucedió entre abril de 1977 y abril de 1978, que fue el período durante el cual realizó la conscripción. Raquel Negro estuvo cautiva allí durante la parte final de ese lapso de tiempo. De todos modos, el hombre no supo precisar si esa mujer se encontraba embarazada o si había tenido familia.

Las primeras revelaciones de Costanzo
Reynaldo Sietecase expuso ante el tribunal sobre la entrevista que realizó al represor Eduardo Tucu Costanzo en junio de 1992. Durante las tres horas que duró aquel encuentro, el hombre que había llegado a la Redacción del diario Rosario 12 vistiendo un largo sobretodo negro, hizo una serie de revelaciones sobre la represión ilegal que el periodista rememoró ayer.

Sietecase recordó que Costanzo le habló de la “ejecución de 14 o 16 presos políticos” en lo que luego se confirmó que era el centro clandestino de detención La Intermedia. Entre esas víctimas el entrevistado nombró a María, pseudónimo de Raquel Negro.

Entre los represores que estuvieron a cargo de aquella matanza, el ex servicio de Inteligencia mencionó –entre otros– a Fariña y a Guerrieri, dos de los acusados en el juicio.

“Después no pudimos encontrar más a Costanzo. Tiempo más tarde habló con otros periodistas, con Carlos Del Frade y José Maggi”, comentó el periodista. Y destacó que en esas posteriores declaraciones fue “abundando en más detalles”.

Además remarcó que lo que había dicho El Tucu en 1992 “empezó a cerrar” y a demostrarse como cierto. “Nunca nadie desmintió la nota”, dijo Sietecase, con excepción de Rodolfo Rieggé, quien en aquel entonces era flamante subsecretario de Seguridad del ex gobernador santafesino Carlos Reutemann y en otro reportaje negó haber tenido la participación en aquellos hechos que le había adjudicado Costanzo.

“Debe ser mi nota más importante en cuanto a lo que significó para la sociedad”, reflexionó sobre el final de su testimonio.

El tribunal tendrá oportunidad de averiguar más sobre lo que sabe Costanzo cuando le tome declaración testimonial la semana que viene.

Alfredo Hoffman 
De la Redacción de UNO 

viernes, 16 de septiembre de 2011

Pascual Guerrieri volvió a declarar y pasó de la ironía al sarcasmo

La mirada del represor. (Foto: UNO/Juan Ignacio Pereira)

El represor juzgado en Paraná se burló de las víctimas: “Tengo cinco hijos y ocho nietos, ¿para qué quiero un bebé más?”. Hizo chistes con el Tribunal y se victimizó.

La emoción que transmitió el hermano de la desaparecida Raquel Negro y tío biológico de Sabrina Gullino, Jorge Rogelio Negro; la precisión sobre el accionar represivo que tuvo en su relato Horacio Ballester, titular del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida); los aplausos del público como cierre de ambos testimonios; en suma, el avance que va teniendo en las últimas semanas el esclarecimiento de la verdad histórica, terminó por irritar ayer a los represores que son juzgados en Paraná por robo de bebés. El más afectado fue Pascual Oscar Guerrieri, el que más alto rango militar entre los seis acusados tenía durante la dictadura, quien pidió ampliar su declaración indagatoria para abundar en la ironía y hacer uso del sarcasmo.

Con un poco de ira incontenible y mucho de sobreactuación, Guerrieri pidió hablar para opinar sobre la descripción de la Doctrina de Seguridad Nacional y el cuestionamiento de la obediencia debida que había hecho Ballester, aceptando preguntas del Tribunal y los fiscales pero no de los querellantes; pero terminó insistiendo con su reivindicación del terrorismo de Estado.

Quien fuera cabecilla del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario –la patota que ya fue condenada por la matanza de los detenidos en la Quinta de Funes y que ahora es juzgada por organizar el plan para robar los hijos de Raquel Negro– pretendió ningunear a Ballester diciendo que no lo conocía, que creía que era coronel. Esto mereció que el presidente del Tribunal, Roberto López Arango, le pidiera que no fuera irónico. Luego de hacerse el desentendido, Guerrieri dijo que en realidad sí lo conocía y adjudicó sus críticas a que “no pudo ascender a general”. Terminó admitiendo la observación del juez: “Puede tener razón, también tengo un poco de rabia, por los aplausos. Venimos sufriendo hace mucho”.

En algunos pasajes de su declaración jugueteó con el dolor de las víctimas y familiares. Por ejemplo cuando dijo: “Jamás me hubiera puesto a ordenar robo de bebés. No lo hubiera aceptado nunca por formación moral. Tengo cinco hijos y ocho nietos, ¿para qué quiero un bebé más?¿Para venderlo a Alemania?”. El sarcasmo también apareció cuando cuestionó las indemnizaciones del Estado a familiares y víctimas: “Acá todo el mundo está cobrando peaje, menos nosotros”.

Guerrieri se permitió hacer preguntas a los jueces y fiscales. Al presidente del Tribunal le llegó a preguntar qué edad tenía y cuando le respondió que tenía algunos años menos que él, hasta se hizo el gracioso: “Le voy a decir un piropo: parece menos”. El chiste fue festejado en el estrado.

El acusado pretendía seguir con el diálogo. En un momento preguntó si alguien sabía por qué la bandera argentina –a la que él dijo defender y no a la soviética– tiene un sol en el centro. El fiscal José Ignacio Candioti reaccionó con una aclaración que no había llegado a tiempo desde el Tribunal: “No estamos acá para ser interrogados”.

El pico de su acalorada intervención fue cuando dijo que había una “guerra jurídica” contra ellos, que tenía en “la primera línea” a los jueces federales, y que prefiere que lo fusilen antes de que lo juzguen: “Cuando cambiaron la ley de Obediencia Debida, ¿por qué no pusieron la ley de fusilamiento? Estaría contento de estar frente a un pelotón de fusilamiento, porque sería como (Manuel) Dorrego, un héroe nacional, y ahora soy un delincuente. Si es posible, que nos fusilen, le peticiono a las autoridades”.

Obediencia

Antes, Ballester había puesto énfasis en la posibilidad de los militares de desobedecer las órdenes ilegales: “El militar no es un cumplidor de órdenes robótico, si cumple o no es un problema de conciencia”, afirmó. En otro pasaje citó ejemplos de mandatos a todas luces ilegales que se impartían durante la dictadura: “Nadie está obligado a cumplir órdenes ilegales. Las torturas, violaciones, los robo de bebés no estaban contemplados como funciones del Ejército”, sostuvo.

En un momento de esta testimonial, el imputado Amelong comenzó a realizar preguntas en ejercicio de su autodefensa. Sus interrogaciones apuntaban a artículos de reglamentos militares, en lo que se parecía más a un examen que a un juicio. La situación irritó a la querella, que objetó la intervención del represor, porque en vez de preguntar estaba "alegando".

Sin embargo, López Arango permitió que el militar ya condenado por gravísimos delitos de lesa humanidad continuara con sus digresiones, mientras que amenazó con hacerlo retirar de la sala al abogado de Abuelas de Plaza de Mayo, Álvaro Baella, por manifestar su disconformidad con la decisión del magistrado. Cuando al final de la audiencia Baella quiso manifestar su oposición a esa advertencia, porque expulsarlo no es facultad del presidente solo sino del Tribunal, se la rechazó por extemporánea.

Finalmente, María Belén Rodríguez Cardozo, directora del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) con sede en el Hospital Durand, confirmó en el juicio el correcto procedimiento que se llevó a cabo para confirmar la pertenencia de Sabrina Gullino al grupo familiar Valenzuela-Negro. Dijo que “se arribó a lo que se llama probabilidad de parentalidad” con un 99,9999% de precisión, y aclaró que “el 100% nunca se puede obtener matemáticamente”.

El testimonio del padre adoptivo de Sabrina

“Nunca nos imaginamos que Sabrina era hija de desaparecidos. Siempre pensamos que el mecanismo era otro: que los militares se quedaban con los hijos de los desaparecidos o que se los entregaban a los conocidos”, contó este jueves ante el Tribunal Oral Federal el bioquímico jubilado Raúl Francisco Gullino, padre adoptivo de la hija de los desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela. En su declaración en el juicio por la causa Hospital Militar, confirmó que los primeros días de abril fue con su esposa a retirar a la beba por orden de la Justicia de Menores al Hogar del Huérfano de Rosario, donde había sido abandonada por los represores en el marco del plan para la sustracción de Sabrina y su hermano mellizo por el cual se juzga a Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Jorge Fariña, Walter Pagano, Marino González y Juan Antonio Zaccaría.

“Un día estábamos almorzando con mi señora y en Canal de 3 de Rosario aparece un movilero que va a hacer una nota al Hogar del Huérfano, porque habían dejado abandonado un bebé. Hicimos el comentario: 'A ver si es para nosotros esta beba'”, dijo. Tres o cuatro días después, el matrimonio recibió un llamado de la Justicia avisándoles que había una niña para ellos. Se trataba de la misma criatura que había sido abandonada.

“En el Hogar del Huérfano nos hicieron pasar, la madre superiora nos mostró a Sabrina y nos dijo que la habían dejado abandonada en la puerta; pero no vieron nada, no escucharon nada. Alguien que salía o que entraba se encontró con la bebé y la tuvieron a su cuidado”, recordó. Eso fue el 3 de abril del 78, una semana después del abandono.

Sabrina nunca desconoció su condición de adoptada, ya que sus padres se lo fueron haciendo saber desde muy chica. Pero nunca se imaginaban ellos que era hija de desaparecidos. Emocionado, Gullino dijo que lo único que le ocultaron a su hija fue que había sido abandonada, como forma de protegerla. Recién se lo contaron días antes de que se realizara el análisis de ADN, cuando ya los habían llamado desde el Juzgado Federal de Paraná y tenían la firme sospecha, por la información que habían leído en la prensa, de que era la hija melliza de Raquel Negro y Tulio Valenzuela.

Finalmente, Francisco hizo un agradecimiento a “todos los que han ayudado a Sabrina en todo este proceso, llámese la organización HIJOS, Abuelas de Plaza de Mayo, Secretaría de Derechos Humanos, a sus hermano Sebastián y Matías, a toda la gente que nos ha tocado conocer acá en el Juzgado Federal de Paraná que nos han tratado en forma tan amable”.

El mensaje del tío

"Quisiera hacer un pedido y un deseo: que con todo esto haya alguna persona que se mueva, que le llegue, que le toque, y que diga algo sobre mi sobrino; que dé una noticia", dijo Jorge Rogelio Negro, hermano de la desaparecida Raquel Negro, al declarar en el juicio. “Sería bárbaro, como fue hermoso encontrar a Sabrina, llegar a concretar esto con la llegada de mi sobrino. Por eso pido a quien sea que aporte algún dato para poder llegar al final de todo esto”, agregó ante el Tribunal.

“Y también quiero decir que yo a Tulio Valenzuela, el papá de Sabrina, lo vi una sola vez en mi vida, no puedo decir que lo conocí, pero si conocí bien a Marcelino Álvarez y a Raquel Negro: estoy seguro que los tres estarían orgullosos de sus hijos, muy orgullosos, de haber llevado adelante todo esto y también el haberse conocido, haberse querido tanto y llevarse tan bien”, remarcó.

Alfredo Hoffman
De la Redacción de UNO

jueves, 15 de septiembre de 2011

Jorge Negro: “Encontrar a mi sobrino y conocerlo, ese sería el final soñado”

El hermano de Raquel Negro, la detenida desaparecida cuyos bebés fueron robados durante la época de la represión, hizo declaraciones muy emotivas en la 11ª jornada del juicio por la Causa Hospital Militar.
ImprimirEnviar por emailComentarCompartir

En la 11ª jornada de testimoniales en el marco del juicio por la Causa Hospital Militar, uno de los testigos fue Jorge Rogelio Negro, hermano de la detenida desaparecida Raquel Negro.

Tras hacer una emotiva declaración testimonial, dialogó con UNO sobre sus expectativas en este proceso penal.

“La verdad es que después de treinta y tantos años, por fin la justicia está haciendo lo que tiene que hacer. Tomando los dichos de los familiares y la gente que ha sido secuestrada, y juzgando a los secuestradores. Es lo mejor de todo”, expresó.

Luego hizo en hincapié en algo que había manifestado ante el Tribunal Oral Federal: “Si hay alguien que sabe algo, que se anime y hable. Esperemos que algún día se va a saber la verdad, tal como ya pasó con Sabrina. De alguna forma o de otra se va a saber”.

Por último, destacó que “es muy importante también el apoyo de la gente que se ha acercado a las audiencias. Ahora lo único que falta es encontrar a mi sobrino y conocerlo, ese sería el final soñado de todo esto”.


Luciana Actis
De la Redacción de UNO

Una ex enfermera recordó a Torrealday atendiendo a un NN


En el juicio por robo de bebés, una testigo dijo que el pediatra le dio una explicación “confusa” cuando le preguntó porqué había un niño sin identidad en el IPP, derivado del Hospital Militar. 

El testigo Miguel Torrealday volvió a ser señalado en el juicio oral y público por robo de bebés durante la última dictadura. Ayer su nombre se escuchó de boca de una ex enfermera de Neonatología del Instituto Privado de Pediatría (IPP) que le adjudicó haber sido quien atendió a un niño nombrado como NN que había sido derivado del Hospital Militar de Paraná en la época de los hechos investigados. La mujer dijo que Torrealday le dio una explicación confusa cuando le preguntó porqué el nene –era un varón– no tenía nombre. Días anteriores el pediatra fue mencionado como quien tomaba la mayoría de las decisiones en el servicio de Neonatología por aquellos años.

La ex empleada del IPP podría haberse referido así a uno de los hijos mellizos de la detenida-desaparecida Raquel Negro, que nacieron en el Hospital Militar entre febrero y marzo de 1978 y fueron derivados al IPP como “NN López” y “Soledad López”, según el libro administrativo de la clínica. La niña recuperó su identidad en 2008, mientras que el destino del niño continúa siendo incierto. En todo caso, si no se trata de uno de esos bebés, cabe la posibilidad de que se trate de otro caso de criaturas apropiadas durante la dictadura.

Por la sustracción y sustitución de identidad de los hijos de Negro el Tribunal Oral Federal juzga a los represores Jorge Fariña, Pascual Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Marino Héctor González, Walter Salvador Pagano y Juan Antonio Zaccaría.

En la 10ª jornada de debate se escucharon también otros dos testimonios de peso: el del hermano del desaparecido Victorio Erbetta y militar retirado, que dio cuenta de la internación de embarazadas detenidas para dar a luz en el Hospital Militar de Paraná, lo que refuerza la hipótesis del funcionamiento de una maternidad clandestina, y el del periodista rosarino Carlos Del Frade, quien aseguró que, durante una entrevista, el represor Eduardo Costanzo le dijo que el imputado Fariña se había llevado a la hija mujer de Raquel Negro después del parto.

La mano civil
El juicio se viene presentando como una posibilidad concreta de conocer cómo fue el desempeño de los civiles ante crímenes de lesa humanidad como los que se investigan en esta causa, además de determinar la responsabilidad de los seis militares acusados. Puntualmente, la intervención de los médicos en la atención de los niños en el Hospital Militar y en el IPP viene dejando interrogantes abiertos. En el caso del Instituto de Pediatría, el desafío pasa por corroborar qué profesional tuvo a su cargo el cuidado de los mellizos y les dio el alta y qué grado de intervención y de poder de decisión tenía el jefe de Neonatología, que en la práctica era Torrealday, uno de los cuatro socios propietarios.

Una enfermera que declaró ayer mencionó el nombre del pediatra ante preguntas relacionadas con ambas cuestiones: quién era su jefe –era “el que más estaba al tanto, el que más dirigía, en una palabra”– y quién atendía a un niño derivado del nosocomio de avenida Ejército que ella vio en el servicio en 1978. “Me parece que sí, que había un bebé derivado del Hospital Militar, un niño, que estuvo internado un día y medio o dos”, dijo la testigo ante una de las primeras preguntas. Sobre quién le prestaba atención, indicó: “Y... era el doctor Torrealday”.

La mujer habló de un varón y no de mellizos, y según sus cálculos pesaba alrededor de 3 kilos, por lo cual no pensaba que hubiera nacido en un parto múltiple. Estaba bien de salud, pero de todos modos estaba alojado un sector reservado para casos complicados. “Lo recuerdo porque lo habían separado, lo tenían aislado en otro sector de Neonatología, no sé porqué. Es como que me quedó grabado eso”.

En un momento el relato generó mucha expectativa: se esperaba que aportara algún dato más concreto. Tal vez el tribunal tuvo la misma sensación y por eso insistió en preguntarle en varias oportunidades porqué recordaba el caso. “A mí me llamó la atención porque lo tenían separado”, sostuvo. Pero un poco más adelante, ante otra interrogación, surgió una explicación más razonable: dijo que había visto en algunas ocasiones que en la tarjeta donde se identificaba a los pacientes decía “NN”, y deslizó: “Ese niñito tenía NN”.

“Se le ponía NN porque no habían dado con la familia, no había ningún familiar. En esa época no se podía preguntar mucho tampoco, porque no le informaban demasiado. Si una preguntaba no le informaban”, continuó. “¿A quién le preguntó?”, inquirió el presidente del tribunal, Roberto López Arango. “Al doctor Torrealday, y me respondió que la familia, que iban a ver… que estaba la familia viendo lo que hacían con el niñito. No sabía bien el apellido, si iba a llevar el apellido de la mamá o del papá. Y el nombre todavía no lo habían confirmado”, dijo desordenadamente. “Fue algo medio confuso, como que me quiso conformar y bueno, me dijo... Como queriendo decir eso”, siguió.

De todas maneras, según expresó, ese niño permaneció identificado como NN hasta que abandonó la clínica: “No sé quién lo llevó ni cuándo. Se fue de alta, según me dijeron”. Esta afirmación se contrapone con el testimonio del neonatólogo paranaense, quien aseguró que tomó conocimiento de la internación de criaturas sin identidad recién en 1989, mientras revisaba el libro administrativo y leyó los registros de dos NN en julio de 1978 y de Soledad López y NN López en marzo.

Otra enfermera de Neonatología que declaró ayer no aportó datos. Mientras tanto, el testimonio del socio del IPP que aún no compareció por problemas de salud, Jorge Eduardo Rossi, se fijó para el miércoles 21 a las 10.

“Fariña se llevó a la nena”
Carlos del Frade brindó un testimonio basado en las revelaciones que le hiciera Costanzo –miembro de uno de los grupos de tareas rosarinos– acerca del parto de Raquel Negro. El ex servicio de inteligencia que es testigo en la causa le contó que la detenida había tenido mellizos en Paraná, un varón y una mujer, y que el varón murió en el parto por estrangulamiento con el cordón umbilical. Esto se lo dijo Costanzo durante las entrevistas realizadas en la década del 90, cuando sólo se sabía que Raquel había sido traída a la capital entrerriana para el parto –por el libro de Miguel Bonasso, “Recuerdo de la muerte”– pero no se sabía nada sobre los niños. También Costanzo le dijo que “Fariña se la llevó” a la bebé mujer. Asimismo, Del Frade dijo que entrevistó en dos ocasiones a Amelong en Rosario y en ninguna de las dos oportunidades el imputado quiso hablar sobre el caso de los hijos de Negro.

Maternidad clandestina
Joe Erbetta declaró que quien era su jefe en el Distrito Militar, Ulises Chort, le reveló sobre el traslado de detenidas al hospital para dar a luz. “Las mujeres desaparecían y los hijos tenían un destino desconocido”, dijo. Incluso señaló que “se mencionó mucho un parto de mellizos en ese momento”, en probable alusión a los hijos de Negro.

Erbetta también dijo que cuando realizaba guardias en el ingreso a los cuarteles constató la entrada de hombres que pertenecían a los grupos de tareas, que se dirigían a los centros clandestinos de detención del Batallón de Comunicaciones y de La Escuelita, donde se vienen realizando excavaciones en busca de restos de desaparecidos.

Alfredo Hoffman
De la Redacción de UNO

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Carlos Del Frade: “Costanzo estaba dolido porque lo dejaron afuera de muchos negocios”


El periodista dio testimonio en el marco del juicio por la causa Hospital Militar, en el que se investiga el robo de bebés en Paraná durante la última dictadura cívico militar. Del Frade señaló que cree que el represor Eduardo Costanzo declarará. “Él tiene la necesidad de hablar”, dijo.

El periodista Carlos Del Frade, declaró hoy en el marco del juicio por la causa Hospital Militar, en el que se investiga el robo de bebés y la existencia de una maternidad clandestina en Paraná. Por su parte, el periodista Miguel Bonasso también estaba citado para declarar hoy, pero posiblemente lo haga por videoconferencia el 22 de setiembre, junto con la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.

Antes de ingresar a la sala del Tribunal Oral Federal de Paraná, Del Frade hizo declaraciones a UNO y otros medios de prensa, e indicó que su citación como testigo tiene que ver con una serie de entrevistas que le hizo al represor Eduardo Costanzo, después de la dictadura.

“La verdad es que (hablar con los represores) fue algo muy especial, porque estaban todos libres, y la cuestión no era tan sencilla. Fue interesante separar la paja del trigo en lo que decían e ir armando el rompecabezas que siempre supone la investigación periodística”, dijo.

Consultado sobre si cree que que Costanzo -quien también está citado como testigo- va a declarar en el juicio, Del Frade señaló: “Creo que no va a tener ningún problema en declarar porque tiene la necesidad de hablar, de separar las aguas, ya que él está convencido de que no tiene una relación tan directa con estos hechos como sí la tienen Amelong, Guerrieri y Fariña. Es difícil creerle, pero lo cierto es que está diciendo eso y está aportando muchos datos; y esos datos hay que investigarlos”.

Cabe recordar que en la etapa de instrucción, Eduardo Costanzo había declarado que los militares Juan Amelong y Walter Pagano fueron quienes abandonaron a Sabrina Guillino -uno de los dos bebés de la detenida desaparecida Raquel Negro y recuperada en 2008- en un convento de Rosario. Se espera que declare el miércoles 21.

“Costanzo sentía que se daba cuenta de que se terminaba la impunidad, aunque en ese momento estaba todavía la Ley de Obediencia Debida y Punto Final. Cuando yo lo entrevisté, él estaba trabajando como remisero y en el corretaje de verduras que traía de su provincia, Tucumán. Estaba muy dolido porque lo habían dejado afuera de muchos negocios. Decía que (Jorge) Fariña había hecho mucha plata con el tema de la seguridad privada en Rosario y a mí me daba la sensación que eso era lo que más le molestaba. Con el paso del tiempo, todo lo que decía Costanzo más o menos se fue comprobando. Es un testigo muy interesante a la hora de dilucidar lo que pasó”, destacó Del Frade.

Por otra parte, añadió que “así como hay médicos del Hospital Militar, hay médicos de la Policía de las seis provincias que componían el Segundo Cuerpo del Ejército -Santa Fe, Chaco, Formosa, Misiones, Corrientes y Entre Ríos- que ahora están trabajando en el ámbito civil, se han reciclado. No digo que sean responsables, pero sí deben conocer cosas y por lo menos hay que tomarles una declaración testimonial. Hay muchos civiles vinculados a esto, sino no se explica la permanencia durante siete años de la dictadura”.

Consultado sobre los posibles motivos por los que algunos testigos de la causa adujeron no recordar lo sucedido en torno al robo de bebés en el nosocomio castrense, Del Frade explicó que “hay dos cuestiones por las que todos dicen no recordar lo que pasó: primero, el miedo a perder la libertad, y segundo, el miedo a que se descubran los vínculos económicos que se movieron en la dictadura. Tanto militares, como la Policía y otras fuerzas armadas eran títeres macabros. El tema grande son los titiriteros, delincuentes de guante blanco, el poder económico de cada provincia, que es el mismo que permanece en la actualidad. Si estos muchachos hablan, va a empezar a verse la responsabilidad de los que están hoy en el poder económico de cada provincia de lo que fuera el Segundo Cuerpo del Ejército”.

En la causa están imputados los ex militares Juan Amelong, Marino González, Walter Pagano, Pascual Guerrieri y Jorge Alberto Fariña; y el médico anestesista Juan Antonio Zaccaría.

lunes, 12 de septiembre de 2011

El juicio por la causa Hospital Militar ingresa en su etapa definitoria

Foto: UNO/Juan Ignacio Pereira
Para esta semana están previstas las últimas testimoniales, mientras quedan pendientes las inspecciones oculares. El capítulo del IPP está todavía con final abierto.


Para esta semana están previstas las últimas testimoniales en el juicio por la causa Hospital Militar, que juzga a los represores Juan Antonio Zaccaría, Pascual Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Walter Pagano, Marino González y Jorge Fariña, acusados del robo de los hijos mellizos de la desaparecida Raquel Negro y la alteración de sus identidades. De todos modos, todavía no tienen fecha tres declaraciones: las del condenado por delitos de lesa humanidad Eduardo Rodolfo Costanzo, la del cuarto socio del Instituto Privado de Pediatría (IPP), Jorge Eduardo Rossi, y la de un testigo nuevo propuesto por los querellantes. También están pendientes las inspecciones a esa clínica y al Hospital Militar de Paraná.

Entre otros testigos se espera que declaren los últimos empleados del Instituto Privado de Pediatría (IPP); el sobreviviente de la ESMA y la Quinta de Funes, Jaime Dri; la nieta recuperada Victoria Torres; el coronel retirado Horacio Pantaleón Ballester, del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida), y la directora del Banco Nacional de Datos Genéticos, María Belén Rodríguez Cardozo, se informó a UNO. Está por confirmarse la participación de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.

Luego de finalizados los testimonios y las inspecciones será el turno de lo alegatos, las últimas palabras de los procesados y la sentencia del Tribunal Oral Federal que integran Roberto López Arango, Lilia Carnero, Juan Carlos Vallejo y María Ivón Vella.

Final abierto
Los tres socios del IPP que declararon hasta el momento (Miguel Torrealday, David Vainstub y Ángel Luis Schroeder) coincidieron en manifestar su desconocimiento acerca de la internación en la sala de Neonatología de la clínica de los hijos de Raquel Negro, que fueron registrados como NN López y Soledad López en marzo de 1978. La insistencia en manifestar su ignorancia sobre lo sucedido, y sobre los médicos de guardia que atendieron a los niños y les dieron el alta, llevó a los miembros del Tribunal a recordarles que estaban declarando bajo juramento de decir la verdad. A Torrealday la jueza Carnero le dijo directamente que creía que estaba “omitiendo información”.

Vainstub y Schroeder fueron careados, porque el primero sostenía que el jefe de Neonatología era Torrealday. De ese careo surgió que, efectivamente, él ejercía el rol de encargado. También quedó claro que fue quien ideó el servicio en 1977. A ambos datos los terminó admitiendo el mismo Torrealday durante su ampliación testimonial del viernes. Ahora debería definirse si haber tenido esa función implica que no pudo desconocer los hechos.

Las declaraciones de este miércoles de empleados del IPP, más la de Rossi –todavía con fecha a definir– completarán la etapa del juicio que busca reconstruir lo sucedido en Neonatología, un capítulo todavía con final abierto.

Mientras tanto, continúa abierta la expectativa por la posibilidad de sumar datos que permitan avanzar en la búsqueda del mellizo varón, de quien no se conoce el paradero.

Lo que sigue
El miércoles declararán empleados del Instituto de Pediatría, los periodistas Carlos Del Frade y Miguel Bonasso y un militar retirado.

El jueves será el turno del padre adoptivo de Sabrina Gullino –la hija de Raquel Negro que recuperó su identidad en 2008–, Raúl Gullino, y el tío de la joven y hermano de Raquel, Jorge Rogelio Negro; el periodista Reynaldo Sietecase; el militar del Cemida Horacio Ballester y la titular del Banco de Datos Genéticos, María Belén Rodríguez Cardozo.

Para el viernes estaba previsto el testimonio Carlotto, además de Jaime Dri –lo haría por videoconferencia desde Panamá– y Victoria Torres.

Alfredo Hoffman
De la Redacción de UNO

sábado, 10 de septiembre de 2011

No controlaban a los médicos en el Instituto de Pediatría


En la causa por robo de bebés, los socios del IPP manifestaron desconocer quién atendió y dio de alta a los hijos de la desaparecida Raquel Negro. “Cualquiera podía retirar a un paciente”, dijeron

En la novena jornada del juicio por robo de bebés, los socios del Instituto Privado de Peditaría (IPP) hicieron hincapié en la falta de control sobre lo que hacía cada médico que internaba niños en la sala de Neonatología e incluso sobre la entrega de los bebés dados de alta. “Desgraciadamente no se pedía documento, nada. Cualquiera podía ir y decir que era el padre y llevarse el chico”, reconoció uno de ellos. Así se desvincularon de la atención que tuvieron allí los mellizos sustraídos a la militante desaparecida Raquel Negro durante la última dictadura.

Los pediatras David Vainstub y Ángel Schroeder declararon ayer en el juicio por la sustracción y sustitución de identidad de los hijos de Negro y Tulio Valenzuela, que tiene como acusados a los represores Pascual Guerrieri, Juan Amelong, Walter Pagano, Marino González, Jorge Fariña y Juan Antonio Zaccaría. No aportaron datos sobre la todavía misteriosa internación en el IPP de los niños, registrados como NN López y Soledad López en marzo de 1978. De esos bebés, uno recuperó su identidad y otro continúa desaparecido. Se mantuvieron firmes en su postura de que no vieron ni escucharon lo que sí conocieron enfermeras del lugar: la internación de hijos de una “guerrillera” a los que nadie iba a visitar y que estaban en cunas rotuladas con carteles donde se leía “NN”.

La audiencia tuvo como particularidad el careo al que sometieron a Vainstub y Schroeder, a pedido de las querellas y con la adhesión de los fiscales. El objetivo era dilucidar si Miguel Torrealday era o no el jefe del servicio de Neonatología, como había mencionado el primero y rechazado el segundo. Finalmente, luego de un intercambio, se pusieron de acuerdo en que cumplía ese rol en la práctica durante la época de los hechos. Entonces, el tribunal dispuso que fueran a buscar a ese profesional a su domicilio para que ampliara su testimonial. Media hora después, Torrealday dijo que si bien “no había una figura de encargado”, sus colegas lo consultaban porque era quien “tenía más experiencia y más conocimiento”.

El interés radicaba en conocer quién tomaba las decisiones en la unidad del IPP donde estuvieron internados los niños y desde donde fueron entregados a una pareja que supuestamente se los llevaba en adopción, según el relato de una enfermera de la clínica.

Se supone que el encargado pudo haber tenido contacto con los niños y haber tenido conocimiento de las circunstancias que rodearon al alta de los bebés, pero Torrealday insistió ayer con que no sabe nada. Sin control.

“Cuando se inició, el IPP era una institución abierta, los médicos de todo Paraná venían con el chico, lo internaban, lo seguían, los medicaban y hasta le daban el alta. Cualquier médico de la ciudad podía internar sin que nosotros intervengamos”, aseguró Vainstub.

“Era el médico de cabecera, al que se le daba mucha importancia. El IPP no hacía ningún seguimiento”, sostuvo el profesional, argumentando su ignorancia sobre lo que pasó en la clínica con los niños, de lo cual “se desayunó” cuando vio los libros con los registros de NN, muchos años después.

Además de no controlar a los profesionales, tampoco lo hacían con los registros de ingreso y egreso a Neonatología: “Los hacían en la Enfermería y la chica administradora que había en ese momento (ya fallecida). Yo nunca intervine en el asentamiento de ningún dato en ningún libro. No me consta si alguno de los socios efectuaba un control sobre los libros”, dijo el mismo testigo.

El caos puesto de manifiesto era tal que “el alta lo ordenaba el médico de cabecera” y “no había control de quién retiraba el bebé, cualquier persona podía ir y decir que iba a retirar el bebé”.

Schroeder, por su parte, señaló que a los niños internados “los controlaba el médico de cabecera, que podía ser cualquier médico de Paraná” y los dueños no ejercían control sobre eso “salvo urgencias”. Además en la parte administrativa ni él ni sus socios “veían los registros que ahí se llevaban” y “el alta se hacía (en la oficina) donde estaban las enfermeras” de modo informal: “No se le pedía ninguna documentación a quien retiraba los niños, nada, desgraciadamente no. Podía ir cualquiera”.

Torrealday, en la ampliación de su testimonial, insistió con ese concepto: “Modificar la conducta de los colegas era dificilísimo y se enojaban cuando uno les revisaba las historias clínicas”.

Discordancias de la memoria
Vainstub manifestó que en 1978 el IPP no tenía ambulancia, sino que recién adquirieron una –marca Rambler– después de ese año. La jueza Lilia Carnero le llamó la atención: “Usted dice taxativamente que en esa época no tenían ambulancia pero no se acuerda de otra situación más importante como la internación de dos chicos durante 20 días”. Y le remarcó “las discordancias de su memoria, sobre hechos nimios y hechos importantes”.

“Lo que estoy diciendo es la verdad que tengo y mi verdad es bastante limitada porque en Neonatología yo prácticamente no participaba. Pueden haber hecho el traslado en un vehículo particular, eran muy precarios los traslados, con una incubadora y un tubito de oxígeno”, respondió.

Alfredo Hoffman
De la Redacción de UNO

viernes, 9 de septiembre de 2011

¿Quién atendió a los bebés en el IPP?, la “pregunta del millón”



En el juicio por robo de niños, uno de los dueños de la clínica que alojó a los hijos de Raquel Negro, dijo desconocer qué médico los tuvo a su cargo. Una jueza le dijo que omitía información 

El juicio oral y público por robo de bebés durante la última dictadura, en su octava jornada, se metió de lleno en lo sucedido con los hijos mellizos de Raquel Negro en el Instituto Privado de Pediatría (IPP). Puntualmente, el momento del egreso de los niños se va convirtiendo en la clave para determinar quién fue el encargado de entregarlos a los apropiadores que luego abandonaron a Sabrina en el Hogar del Huérfano de Rosario e hicieron incierto hasta hoy el paradero de su hermano varón.

El testigo Miguel Torrealday, uno de los socios de la institución, aseguró que está comprometido con el esclarecimiento de la verdad de lo sucedido, pero dijo desconocer el hecho y no pudo precisar datos trascendentes para la investigación. Su alegado desconocimiento acerca de qué médico atendió a los bebés y les dio el alta hizo que la jueza Lilia Carnero le increpara: “Creo fervientemente que usted omite información. Yo creo que usted sabe”. Pero el profesional, quien dijo no querer ser parte de la corporación médica, se limitó a asegurar que esa es “la pregunta del millón”.

Dos mujeres que trabajaron en Neonatología del Instituto de Pediatría sí aportaron datos claves. Así se mantiene una constante en este juicio, que es la presunta mala memoria de los médicos y la facilidad para recordar de las enfermeras. Una de ellas dijo que en 1978 atendió a un par de mellizos –varón y mujer– que estaban registrados como NN y a los que nadie iba a visitar. Y fue clara al afirmar que los atendían tres de los cuatro dueños: Torrealday, Ángel Schroeder y Jorge Eduardo Rossi, mientras que David Vainstub no porque “no andaba tanto”.

La otra habló de un bebé –no recordaba el sexo– que había sido derivado del Hospital Militar y estaba en una incubadora. Dijo que no era visitado por familiares, pero se decía que era “hijo de una extremista” y que lo “dieron en adopción”. Manifestó no recordar qué médico sacó al bebé para egresarlo y entregarlo a una pareja, pero sí que fue uno de los cuatro propietarios.
La mujer relató un hecho que le llamó la atención: “Lo que vi fue a la esposa del doctor Vainstub, con amigas o familiares, que fueron a verlo a través del vidrio. Tenían curiosidad porque era el bebé de una extremista”.

Una cuestión de confianza
Torrealday, quien juró decir la verdad por Dios y los Santos Evangelios, sostuvo durante su testimonio que durante aquellos años el IPP era una clínica “abierta”, en la cual cualquier médico de Paraná podía ingresar a su paciente cuando necesitaba los servicios de Neonatología. Ese es uno de los motivos por los cuales dijo desconocer quién estuvo a cargo de la atención y alta de los hijos de Raquel Negro. “Para nosotros es un problema de confianza, llevamos más de 9.400 internaciones en todos estos años de trabajo. No quisiéramos que se repita esta situación”, señaló. Argumentó que “no había control de los profesionales”, que no los “chequeban”, porque se conocían. Simplemente, “si había unidad disponible se le brindaba la posibilidad de la asistencia”.

Cuando le preguntaron qué profesional pudo haber tenido contacto con los niños, dijo casi susurrando: “Es la pregunta del millón. Esa es una de las cosas que nos venimos preguntando permanentemente”.

Según indicó, tomó conocimiento de los hechos investigados cuando en una oportunidad, revisando los libros de la institución, encontró registros de NN derivados del Hospital Militar con fecha julio de 1978. Luego consiguió que la titular de Abuelas de Plaza de Mayo lo visitara y juntos revisaron esas anotaciones y fue cuando detectaron, en el mismo libro, las inscripciones de Soledad López y NN López –los hijos de Negro y Tulio Valenzuela–, la primera ingresada el 4 de marzo de 1978 y el segundo el 10 del mismo día y año. Ambos fueron dados de alta el 27 de marzo. El Hospital Militar pagó 71.500 pesos de la época por Soledad/Sabrina y 35.750 por el niño perdido.

Torrealday, revisando ese libro delante del tribunal, se desvinculó de esas anotaciones irregulares en su clínica diciendo que las efectuaba el área administrativa, que estaba a cargo de una mujer ya fallecida.

“Yo no estaba en conocimiento de esto, para mí fue una sorpresa. Nosotros, quienes participamos de esta sociedad, estamos comprometidos y queremos saber quién fue el médico que atendió a estos pacientes (...), porque nos puede aportar la información para recuperar el niño perdido”, continuó.

Fue entonces cuando Carnero le recriminó: “Usted no puede decir al tribunal ‘queremos saber’. Ustedes deben saber. Ustedes tienen la clave para saber, por eso tienen que hacer memoria”. La respuesta de Torrealday insistió con que trabajaban muchos profesionales y cada uno “venía e internaba a sus pacientes”. La misma jueza fue contundente al señalar: “Creo fervientemente que usted omite información. Yo creo que usted sabe”. El testigo mantuvo su discurso de desconocimiento.

En otro pasaje le pidieron insistentemente que hiciera memoria y nombrara a sus colegas que hacían guardia. Luego de negarse por temor a equivocarse, mencionó a “el doctor Baigorria, Gallino, Mare, Salomone”.
Por otra parte, contradijo a la enfermera que sostuvo que uno de los socios entregó a los bebés a una pareja que aparentemente lo llevaba en adopción. “Esa metodología no era válida. La adopción era todo un proceso. No debe haber ocurrido porque no es ese el mecanismo”.

Los datos verdaderos de los mellizos y del médico que los atendió, se debieron haber inscripto en las historias clínicas, pero se perdieron cuando se inundó un sótano. Tampoco existen las planillas de guardia. “Me duele decirlo porque no quiero ser parte de lo que se dice, la corporación médica”, se excusó.

Zaccaría: “En un rato se va a morir”
Ayer declaró una ex empleada de laboratorio del Hospital Militar, quien dijo que escuchó “de oídas” el caso de Raquel Negro, el nacimiento de sus hijos y la derivación al IPP. Se sumó así a muchas otras trabajadoras de la salud que conocieron el hecho directa o indirectamente.

La misma testigo expresó que durante la dictadura se hacían análisis de sangre a personas identificadas como NN que estaban detenidas en el Batallón de Comunicaciones, donde funcionaba un centro clandestino de detención.

También dijo que en una oportunidad tuvo que asistir a quirófano a realizarle una transfusión a un hombre herido de gravedad, que “perdía mucha sangre”. El anestesista, que era el imputado Juan Antonio Zaccaría, le dijo que no era necesario que clasificara grupo y factor porque “dentro de un rato se va a morir”. Ella le contestó que era su trabajo y lo tenía que hacer. “Esa persona falleció en la cirujía”, señaló, y añadió que luego escuchó por comentarios que la persona en cuestión había sido traída en el baúl de un auto hasta el Hospital Militar.

Además, en ese episodio dijo que tres cirujanos participaron de la intervención quirúrgica: los médicos militares Carlos Bautista Suino, Mario Sergio Crocce y un tercero que no pudo precisar quién era.

Alfredo Hoffman 
De la Redacción de UNO 

jueves, 8 de septiembre de 2011

Las evasivas de un militar no permitieron sumar precisiones

Los imputados: Pagano prefiere no estar presente en la sala.
(Foto: UNO/Juan Ignacio Pereira)

Un ex sargento que sacaba sangre a los pacientes del Hospital Militar dijo haberse enterado por terceros del nacimiento de los bebés de Raquel Negro. Dijo no recordar porque “fue hace 33 años” 

Un ex preparador de laboratorio del Hospital Militar, que se retiró del Ejército con el grado de sargento ayudante, fue uno de los que declaró como testigo ayer en el juicio por robo de bebés durante la última dictadura que se desarrolla ante el Tribunal Oral Federal de Paraná. Al igual que otras dos ex empleadas del nosocomio, el hombre dijo que se enteró sólo por comentarios del nacimiento de los hijos mellizos de la detenida-desaparecida Raquel Negro, y no aportó mayores datos de interés para la investigación. Entre otras respuestas que no resultaron convincentes, llegó a decir que no podía distinguir si le extraía sangre a mujeres embarazadas o a obesas y en un momento se le debió recordar que estaba declarando bajo juramento de decir la verdad.

Ayer se dio inicio a la tercera semana del juicio por la causa Hospital Militar, que tiene como imputados por sustracción y sustitución de identidad de los hijos de Raquel Negro al médico Juan Antonio Zaccaría, y los ex integrantes del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario Pascual Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Jorge Fariña, Marino González y Walter Pagano.

El militar retirado que declaró como testigo relató que se desempeñó en el laboratorio del Hospital Militar en 1978 y que sacar sangre a los pacientes internados era una de sus funciones, además de preparar los materiales y elementos para que los profesionales efectuaran los análisis. Aseguró que nunca tomó conocimiento de que estuvieran internadas personas a las que la dictadura llamaba “subversivas” y que tampoco tuvo contacto con embarazadas. “Nunca supe si la paciente era embarazada u obesa. A mí no se me notificaba si era un embarazo, era la paciente o el paciente”, indicó, y su frase mereció críticas por lo bajo entre los asistentes al debate. Además aseguró que no podría distinguir entre una mujer gorda y una embarazada aunque estuviera de ocho meses, como se supone estaba Raquel Negro a fines de febrero o principios de marzo de aquel año.

De la misma manera, afirmó que no se enteró ni se acuerda de un operativo militar de custodia de un paciente que le haya llamado la atención por involucrar a un personal de tropa más numeroso que lo habitual y se cuidó de no dar a entender que le pudo haber sacado sangre a alguien que estuviera secuestrado: aseguró que nunca vio a una persona encapuchada, atada o esposada; que “los pacientes se tapaban la cara porque le tenían miedo a la aguja”; que “estaban tapados con la frazada” y que él “únicamente descubría el brazo para la extracción”.

Sin embargo, reconoció que se enteró por lo que se decía “de boca en boca” del caso de los bebés: “No lo puedo negar. Escuché que habían nacido unos mellizos, nada más (…) Fue un hecho novedoso por ser mellizos. Que había fallecido uno de ellos, eso también llamó la atención, también de boca en boca. Era algo fuera de lugar, digamos, para un Hospital Militar”. Dijo no recordar qué se decía acerca de cómo había sido la supuesta muerte de ese niño, que no sabe qué pasó con el cuerpo, ni con el niño que quedó vivo ni con la madre; ni qué nombre le pusieron las enfermeras a los recién nacidos por carecer de identidad. Sólo admitió que aquello “fue como un shock a nivel hospitalario”.

Fue entonces cuando, ante tantas respuestas negativas, la abogada Ana Oberlin –representante de la querella de Abuelas de Plaza de Mayo– le preguntó si había recibido amenazas antes de la audiencia. La respuesta fue negativa. A pedido de la letrada, el tribunal le recordó que estaba declarando bajo juramento de decir la verdad. “Son muchos años, son 33 años”, se defendió.

Su supuesta falta de memoria surgió también cuando le preguntaron quién pudo haber atendido a los bebés. Sólo recordó a médicos fallecidos –el ex director del nosocomio Luis Levin y el ginecólogo Jorge Cantaberta– y nombró al imputado Zaccaría como quien tenía “el tercer puesto de jefatura”.

Además de este militar retirado, otros dos testigos admitieron que el caso de los bebés se comentaba entre el personal. Una enfermera de Terapia Intensiva aseguró no haber tenido contacto con los bebés cuando fueron internados en ese servicio, pero sí que algunos de sus compañeros le contaron sobre lo sucedido: “Recuerdo por comentarios que habían dicho que nacieron dos mellizos que estaban delicados de salud y que estuvieron unas horas y que fueron derivados al Sanatorio del Niño. Eran un varón y una mujer, todo por comentarios”. No supo decir quiénes los atendieron, ni quién los recibió, ni quién los derivó.

Otra ex empleada que al momento de los hechos trabajaba en consultorios externos del nosocomio también manifestó escuetamente haberse enterado, sólo por lo dicho de boca en boca, de una mujer detenida que tuvo familia en marzo de 1978.

En tanto, una instrumentadora y una empleada de Ginecología dijeron no tener ningún conocimiento del caso.


El rol del Instituto Privado de Pediatría
En lo sucesivo, el juicio comenzará a girar sobre el paso de los bebés por el Instituto Privado de Pediatría (IPP), con las declaraciones de testigos que se desempeñaron en esa clínica: médicos, enfermeras y propietarios. Según los registros, los mellizos de Raquel Negro estuvieron internados allí, derivados desde el Hospital Militar; la niña entre el 4 y el 27 de marzo de 1978, asentada como Soledad López, y el niño entre el 10 y el 27 de marzo, como NN López.

Ayer ya se escuchó el testimonio de un pediatra que se desempeñó en Neonatología del IPP pero, según dijo, a partir de dos meses después de aquellas internaciones. De todos modos, sus expresiones dejaron en claro que aquellos acontecimientos debieron ser lo suficientemente extraordinarios como para que sean recordados por quienes los vivieron. Por ejemplo, de sus declaraciones se desprende:

1) Los registros de pacientes sin identidad o con identidad ficticia era algo completamente anormal. Cuando, por tratarse de una urgencia de vida o muerte, el bebé ingresaba sin que se asentaran los datos, luego el área administrativa de la clínica se encargaba de regularizar esa situación. El testigo no conoció ningún caso de niños sin identidad.

2) El testigo consideró “raro” que estuvieran internados pacientes que no recibieran la visita de sus familiares.

3) Recibir bebés del Hospital Militar no era habitual. Lo más común era que provinieran de la clínica Modelo, La Entrerriana, el sanatorio Rivadavia y la clínica Villanueva.

4) Afirmó que “es inusual que estén diez días internados pacientitos” con esas características y “que no se sepa”.

5) Para disponer el egreso de un paciente, el médico de guardia comúnmente avisaba al médico de cabecera, que por lo general era el que le había dado ingreso. No necesariamente eso era comunicado a las autoridades máximas del IPP, pero sí a la parte administrativa, que “siempre estuvo a cargo de (Miguel) Torrealday y David Vainstub”.

6) Una cardiopatía congénita severa, como la que supuestamente padecía el varón –según dijo el médico que lo atendió en el Hospital Militar, Alfredo Berduc– generalmente merecía una derivación al hospital Gutiérrez de Buenos Aires o algún otro de alta complejidad que en esa época existían en La Plata y en Córdoba, no al IPP.


Alfredo Hoffman 
De la Redacción de UNO

martes, 6 de septiembre de 2011

Piden investigar si un militar se apropió del hijo varón de Negro

Guerrieri dijo que Navone se quedó CON EL HIJO VARÓN
DE RAQUEL NEGRO. (Foto UNO/Juan ignacio pereira
Los fiscales solicitaron al juez Gustavo Zonis que siga la hipótesis planteada por el represor Guerrieri, quien dijo que Paul Alberto Navone, que se suicidó en 2008, se quedó con el bebé de la detenida desaparecida que dio a luz en el Hospital Militar.


El juez federal de Paraná, Gustavo Zonis, evalúa por estas horas si sigue la pista arrojada por uno de los represores que es juzgado en la causa Hospital Militar, quien dijo en el tercer día del juicio que el militar suicidado Paúl Alberto Navone se habría quedado con el mellizo varón de la desaparecida Raquel Negro.

Desde la semana pasada, Zonis tiene en sus manos dos escritos presentados por los fiscales Mario Silva y José Ignacio Candioti, quienes le pidieron que investigue si esa versión tiene sustento o no, sobre todo porque Navone tiene un hijo nacido el 3 de noviembre de 1977. La fecha no coincide con el nacimiento de Sabrina Gullino y su hermano en el nosocomio de avenida Ejército, pero se sabe que en los casos de robo de bebés las fechas pueden ser adulteradas. Además, sí coincide con la fecha probable de parto de Graciela Susana Capocetti, también desaparecida.

El viernes 26, Pascual Oscar Guerrieri y Juan Daniel Amelong responsabilizaron a Paúl Navone del robo de los hijos de Raquel Negro. Navone es el militar de Inteligencia del Ejército que se suicidó de un disparo en la cabeza en febrero de 2008, el mismo día que debía prestar declaración indagatoria en la instrucción de la causa.

Como ex segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 121 del Segundo Cuerpo de Ejército, con sede en Rosario, Guerrieri buscó desligarse de los hechos adjudicando responsabilidad en el plan para la sustracción de los bebés al Destacamento 122 de Santa Fe –donde operaba Navone– con jurisdicción sobre Paraná. Y citó una presentación de abril de 2011 efectuada por un defensor oficial federal de Rosario, Germán Artola, relacionada con un supuesto correo electrónico en el cual el represor Eduardo Costanzo diría que Navone fue quien “ejecutó a Raquel Negro de un tiro en la cabeza” y quien “se habría quedado con el varoncito”.

Costanzo debe declarar como testigo en el juicio en las próximas semanas. Fue quien aportó a la Justicia el dato de que a la beba mujer la habían abandonado Amelong y Walter Pagano en la puerta de un convento de Rosario. Esa pista fue la que permitió encontrar a Sabrina Gullino a fines de 2008.

Luego de esa audiencia, los fiscales Silva y Candioti presentaron un escrito en la causa “NN López”, en la cual se investiga el destino del hermano de Sabrina y que tiene esa denominación porque así se lo registró en el Instituto Privado de Pediatría (IPP), adonde los niños fueron derivados desde el Hospital Militar. La presentación fue para que Zonis investigue la hipótesis y estuvo fundamentada en que en el legajo de Navone aparece que uno de sus hijos nació el 3 de noviembre de 1977, cuatro meses antes que los hijos de Negro. Le pidieron al juez la producción de prueba documental, como la partida de nacimiento.

Lo mismo solicitaron en la causa que investiga la apropiación del hijo de los desaparecidos Graciela Capocetti y Guillermo López Torres. Se estima que la mujer estaba embarazada de seis meses cuando fue secuestrada, en agosto de 1977, por lo cual el parto se habría producido en noviembre de ese año.

Graciela y Guillermo –junto a sus hijos Gustavo y Diego– fueron detenidos en el barrio Fisherton de Rosario en agosto de 1977 y desde entonces permanecen desaparecidos. Existen datos para suponer que Graciela fue trasladada al Hospital Militar de la capital entrerriana para dar a luz a un niño o niña que fue sustraído por los represores. Los hermanos, que tenían entonces 3 y 1 año, fueron devueltos a sus familiares y en 2009 se constituyeron como querellantes en Paraná.


Alfredo Hoffman / Redacción de UNO 
ahoffman@unoentrerios.com.ar

sábado, 3 de septiembre de 2011

Las enfermeras confirman la supresión de identidad de los bebés de Negro



Dos testigos ratificaron que los bebés de Raquel Negro fueron registrados como NN en el Hospital Militar. Aseguraron que Zaccaría tenía dominio sobre lo que pasaba en Terapia Intensiva.

La sexta jornada del juicio oral y público por robo de bebés dejó como saldo más confirmaciones de la supresión de la identidad de los hijos de Raquel Negro desde los instantes poteriores al nacimiento. Si bien las dos enfermeras del Hospital Militar que declararon ayer aseguraron no haber visto a los mellizos, ratificaron haber tomado conocimiento de los hechos investigados y de que los niños estaban internados como NN, por lo cual los llamaron Soledad y Facundo.

El tercer testigo del viernes fue el militar retirado Hugo José Gutiérrez, quien se desempeñaba como jefe de Sala 1, donde estuvo internada Negro luego del parto, según algunos testimonios. Gutiérrez se desligó de los hechos afirmando que en 1978 estaba destinado en Concordia, pero esto se contradijo con su declaración de la etapa instructoria, cuando no mencionó esa circunstancia, y mereció un llamado de atención del Tribunal.

“Entre los comentarios que se escuchaban, me dijeron las chicas que estaban anotados como NN en la planilla y que como les daba mucha lástima les pusieron Soledad y Facundo”, contó ayer, emocionada, una de las enfermeras. Más tarde, la otra testigo mencionó: “Las chicas les habían puesto nombres, porque no tenían: a la nena Soledad y al nene me parece que Facundo”. Ambas se desempeñaban en Terapia Intensiva, donde los bebés estuvieron luego del parto, en una sola incubadora. Desde allí fueron derivados al Instituto Privado de Pediatría (IPP), según consta en los registros de esa clínica, porque el varón sufría un problema respiratorio. La nena pudo recuperar su identidad, pero el niño continúa desaparecido.

Las declaraciones de ayer se sumaron a las que hicieron anteriormente las trabajadoras del hospital que sí tuvieron contacto directo con los mellizos en Terapia, quienes habían confirmado que ya en ese servicio estaban registrados como NN. Eso implica la alteración de identidad y la omisión de inscribirlos como hijos de su verdadera madre. Pero además, el testimonio revelador del jueves de la empleada que participó del parto dejó en claro que en ese momento no hubo registro alguno.

Hasta el mismo Juan Antonio Zaccaría reconoció ese delito, cuando dijo en su indagatoria del viernes 26 de agosto: “No sé si estaban inscriptos en el libro de registro, supongo que había cosas que no registraban correctamente. Supongo que estaban internados en forma ilegal, no correcta, en una palabra”.

Comentarios
La primera en declarar ayer dijo que cuando se produjo el nacimiento ella estaba de franco o de vacaciones, pero se enteró cuando se reintegró a su trabajo”. Escuchó de boca de al menos tres de sus compañeras que “había una incubadora con dos bebés” que luego fueron derivados “a un lugar especializado”, indicó. “El comentario era que eran un varoncito y una nena”, acotó.

La otra empleada dijo que en esa época estaba con parte de enferma, pero cuando volvió, en marzo de 1978, escuchó que habían nacido los mellizos, un varón y una mujer. “Lo único que escuché fue que habían nacido y los habían llevado al Instituto del Niño. Con respecto a la madre nunca escuché nada”, reseñó. Luego precisó que escuchó que el varón tenía problemas de salud y que sus compañeras de Terapia asistieron a los niños.

El rol del jefe
“Zaccaría supervisaba todo. Cada una se hacía responsable de sus cosas, pero él era el que ordenaba, era nuestro jefe”, dijo una de las enfermeras sobre el rol del imputado. “¿Zaccaría tenía conocimiento de los ingresos y egresos de la sala?”, le preguntaron: “Por supuesto, era su función”, respondió con seguridad.

La segunda mantuvo la misma línea: “Zaccaría era el que nos dirigía a todos nosotros. Nunca pudo ingresar alguien a Terapia sin conocimiento del doctor Zaccaría, porque había una historia clínica de cada paciente, donde decía la evolución del enfermo, identificado con nombre, apellido, edad, fecha de nacimiento y el diagnóstico y qué médico lo había derivado a Terapia intensiva”, recordó la mujer. Pese a esas reglas, esos bebés no tenían identidad.

La audiencia se desarrolló nuevamente sin la presencia en la sala del represor Walter Pagano, quien prefiere permanecer en otra dependencia del edificio de los Tribunales Federales de calle 25 de Mayo. Además de Pagano y Zaccaría, el Tribunal Oral Federal de Paraná juzga a Pascual Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Marino González y Jorge Fariña, por los delitos de sustracción de menores y sustitución de identidad.

Contradicciones de un militar
El testigo Hugo José Gutiérrez, militar retirado, declaró ayer en último término. Primero dijo que en 1978 era encargado de la Sala 1, donde habría estado internada Raquel Negro después del parto. Sin embargo, a los pocos minutos dijo que no estaba en el noscomio al momento de los hechos. “En el 77, si mal no recuerdo, fui comisionado a Concordia para integrar la formación de un regimiento por el caso Chile, hasta el 79. No sé quién se hizo cargo de la Sala 1 en ese periodo”, sostuvo.

Con esa frase también se contradijo con su declaración en la instrucción, el 19 de diciembre de 2007, lo cual fue marcado por la querella. En aquella oportunidad no había mencionado su ausencia durante los hechos investigados. “Ahora lo recuerdo, antes no”, se defendió.

El Tribunal le advirtió que podía ser imputado del delito falso testimonio, ya que resultaba “extraño que no lo haya dicho antes y que se acuerde ahora”, le dijo el presidente, Roberto López Arango. Luego insistieron los jueces en preguntarle si estuvo o no en el Hospital Paraná ese año, pero Gutiérrez se mantuvo en su versión actual.

El fiscal José Ignacio Candioti pidió que el Tribunal remitiera un oficio a los efectos de corroborar efectivamente en el legajo del testigo, si prestaba funciones en Concordia en 1978. El Tribunal no hizo lugar al pedido de la Fiscalía.

Alfredo Hoffman 
De la Redacción de UNO

viernes, 2 de septiembre de 2011

“Raquel Negro abrazó a los mellizos antes de que se los llevaran”




En la continuidad del juicio por la causa Hospital Militar, una testigo contó cómo fue el parto en que nacieron los bebés sustraídos, con la participación de profesionales que habrían sido traídos especialmente para ese operativo. Se escucharon detalles de la internción como NN en Terapia Intensiva. 

Una enfermera jubilada de 86 años, que trabajaba en la sala de Maternidad del Hospital Militar de Paraná, contó ayer ante el Tribunal Oral Federal que ella estuvo presente en el parto en el que nacieron los hijos mellizos de la militante desaparecida Raquel Negro, que vistió a los bebés y que la madre los abrazó antes de que se los sacaran los represores. Su testimonio resulta revelador de la metodología empleada por los apropiadores de niños que operaron en el nosocomio de avenida Ejército durante la última dictadura cívico-militar y fue la nota destacada de la quinta jornada del juicio por delitos de lesa humanidad que se desarrolla en la capital entrerriana.

Antes de esa declaración se habían escuchado los testimonios de otras tres trabajadoras del hospital y del médico Alfredo Berduc. Todos relataron fragmentos de la estadía de los bebés en el servicio de Terapia Intensiva en marzo de 1978 y de cómo fueron derivados al Instituto Privado de Pediatría, a excepción de una obstetra que recordó haber instruido sobre los síntomas de trabajo de parto a una embarazada aparentemente detenida cuyas características no coinciden con las de Negro, dado que aseguró que gestaba un solo bebé en su vientre y que era madre primeriza. Esto avalaría la hipótesis de más embarazadas secuestradas llevadas a parir al hospital.

En el juicio por la causa Hospital Militar se juzga a los represores Juan Amelong, Jorge Fariña, Héctor González, Pascual Guerrieri y Walter Dionisio Pagano, y al médico anestesista Juan Antonio Zaccaría; por la sustracción y sustitución de identidad de los hijos de los detenidos desaparecidos Tulio Valenzuela y Rauqel Negro.

La enfermera de Maternidad –cuya identidad se preserva por razones de seguridad– aseguró que fue la propia Raquel Negro quien le dijo su nombre, que le contó que venía “del cautiverio de Funes” (por el centro clandestino de detención Quinta de Funes, en las afueras de Rosario), que tenía un hijo mayor de unos dos años y que había sido “maltratada” y “arrastrada” cuando la trasladaron a Paraná. “Y cuando la bañé, era cierto, tenía lesiones, en la cola”, certificó.

“Cuando nacieron los chicos, al varoncito yo lo vestí, se lo puse a la madre, lo tocó, lo abrazó”, contó la testigo entre lágrimas. “Después lo sacaron al chico, dos personas que yo no conocía, dijeron que no estaba bien. Y ella estaba muy preocupada, me preguntaba: 'qué será de mi bebé, cómo estará'. Yo le decía que iba a tener que preguntarle al médico de niños, pero yo en ningún momento vi un médico de niños ahí. Después nació la nena, que se quedó con la madre. Al otro día, cuando fui, pregunté qué fue de la parturienta y me dijeron que la llevaron los familiares”. Nunca más supo del caso hasta que fue contactada para atestiguar en la causa y se enteró de que aquella joven había sido asesinada y desaparecida y los niños sustraídos.

También aportó que el parto fue realizado por médicos que no eran del nosocomio: “Personal de la sala de partos no eran, eran de afuera. Había dos que estaban en la puerta y uno sacó al chico”. Según lo que pudo observar, no se hizo ningún registro del nacimiento en la sala de partos.
Dijo también que “a veces llegaba al hospital de mañana y encontraba que habían usado la sala de partos” y en una ocasión le comentaron que “había sido un aborto en curso”. Deslizó que esos casos tampoco eran atendidos por personal del nosocomio, sino por profesionales que “eran de afuera”.

Además de estar en el parto, ella asistió a Raquel Negro durante alrededor de 15 días, cuando estuvo alojada en una habitación de la guardia médica, con un custodio permanente en la cama de al lado y con una “reja precaria” en la ventana.

Internación y derivación
Por otra parte, dos enfermeras de Terapia Intensiva del Hospital Militar ratificaron la internación de bebés como NN en ese servicio. Además afirmaron que el jefe del área, el imputado Zaccaría, tuvo participación en ese hecho.

Una de esas enfermeras, la primera que declaró este jueves como testigo en el juicio por la causa Hospital Militar, ratificó la presencia de dos bebés mellizos en Terapia, a quienes llamaron Soledad y Facundo, que luego fueron derivados al Instituto Privado de Pediatría. Dijo que los médicos Alfredo Berduc y Juan Ferraroti intervinieron en el traslado de los mellizos y que Zaccaría le informó que los niños serían entregados a los familiares, cuando en realidad fueron apropiados.

Esa trabajadora de la salud, que declaró durante una hora, dijo que ella estaba de guardia en el turno de la mañana –de 6 a 12– y que al llegar, la mañana posterior al nacimiento, se encontró con los dos niños en una misma incubadora. “Yo no sabía qué hacer, porque no era un lugar adecuado para atender esos bebés”, aseguró, y agregó que en ese momento Berduc entregó la guardia a Ferraroti, quien se encargó de derivar a los niños. El miércoles este médico dijo que no recordaba ese acontecimiento.

Además aseveró que la Planilla de Enfermería que le entregó su compañera los chicos estaban registrados como NN y que quien controlaba la confección de esa planilla era el jefe del servicio, o sea Zaccaría.

La testigo que delaró en segundo término relató lo sucedido en Terapia la tarde del nacimiento. Dijo que hacía guardia pasiva de 12 a 18 y que un día la llamaron del hospital porque había pacientes que atender. Cuando llegó, a las 16, estaba Zaccaría esperándola en el pasillo y le dijo que “había una parturienta que iba a tener mellizos y que iban a venir al servicio”. Ella recordó que atendió a un bebé que tenía problemas respiratorios, que no pudo identificar si era varón o mujer porque no lo desvistió. Aseguró que fue Berduc quien estaba a cargo del tratamiento y le daba las indicaciones sobre cómo antender a la criatura, al tiempo que trataba de comunicarse con el hospital San Roque y el IPP pidiendo cama.

Esta mujer detalló que en la Hoja de Enfermería que tenían en Terapia, donde debía estar el nombre del bebé ya decía NN. “Eso seguramente lo ha escrito el doctor Zaccaría o no sé qué otra persona podría ser. Creería que era el doctor Zaccaría”, afirmó.

Cuando salió de Terapia para ir a su casa, a las 18, pasó por delante de la habitación 5, donde se  decía que estaba internada la madre. Se encontró con una gran cantidad de efectivos del Ejército, mucho mayor a la habitual, armados y vestidos de uniforme. Eran unos 20, cuando lo común era que no hubiera nadie, para no molestar a los pacientes. Entonces intentó “pasar ligero” por ese pasillo.

Berduc: “Ojalá pudiera recordar”
Por su parte, el médico Berduc recordó que asistió al mellizo varón con una cardiopatía congénita severa, y a la nena con "un poquito de arritmia". Dijo que como en Terapia no había elementos para atenderlos, habló con el director del establecimiento, Marcelo Beret, y lo persuadió para que se derivara a los niños a un centro apto, que en ese momento eran el hospital San Roque o el Instituto Pediatría. "A cuál de los dos los derivaron, no me acuerdo", indicó.

"De la mamá no supe nada. No averigüé, en ese momento no se podía averiguar mucho. Sabía que era una detenida y nada más. Esto me lo dijeron, no me acuerdo quién", manifestó.

Berduc dijo no saber quién dispuso la internación de los bebés en Terapia Intensiva y no tener "ni idea" dónde se produjo el parto, y en varias oportunidades se excusó de dar mayores detalles por no recordarlos dado que “pasaron ya 30 años”. Por ejemplo, dijo no acordarse si los niños estaban registrados como NN, si su intervención fue por la mañana o por la tarde y si había custodia militar mayor a la habitual. “No recuerdo, lamentablemente. Ojalá pudiera recordar y ayudarlos”, señaló.

Sobre el estado de salud del varón, indicó que “se estaba muriendo” y que sólo hubiera evolucionado favorablemente con una cirugía en un centro asistencial de mayor complejidad que en aquel momento sólo existía en Buenos Aires y La Plata. Le preguntaron, entonces, por qué lo derivaron a una clínica de Paraná. Respondió que se debió a que primero debían estabilizar el paciente y precisar el diagnóstico, algo que no podía hacerse en el Hospital Militar por carecer de Neonatología.

Berduc dijo que creía haber escuchado que el nene murió en el IPP y se sorprendió cuando le informaron que la búsqueda prosigue y que hay documentos que indican que fue dado de alta de ese instituto el 27 de marzo de 1978.

Finalmente, admitió que no se consultó la historia clínica de la madre ni se pidió su consentimiento para la derivación de sus hijos. “Cuando hablé con Beret me dijo que no se podía hacer mucho hincapié. Estábamos muy coartados en estas cosas. No era una situación normal y no se podía interrogar, decían que no podían tener contacto con esas personas (por los secuestrados), por lo que estas personas podrían decirle a uno. Esas cosas en ese momento no se permitían”, se justificó.

Sin el represor Walter Pagano

Desde el inicio de la audiencia estuvo ausente el represor Walter Pagano, quien prefirió quedarse en la dependencia de Tribunales que se ha previsto para que permanezcan los acusados.

Por su parte, Pascual Guerrieri, otro de los reos, debe hacerse un control médico y tiene dolor de muela. La defensa propuso que lo atiendan en el Hospital Militar, ya que es el único lugar donde se le acepta la obra social Iose. El tribunal lo va a resolver oportunamente.


Alfredo Hoffman
De la Redacción de UNO