lunes, 24 de octubre de 2011

Operación Paraná, la verdad que se supo luego de 30 años


El caso de los mellizos robados a Raquel Negro fue parte del plan de Inteligencia que se conoció como Operación México, con el cual la dictadura intentó asesinar a la cúpula de Montoneros

La tarde del domingo 23 de noviembre de 2008, en la casa familiar de Villa Ramallo, Sabrina Gullino recibió la notificación del Juzgado Federal de Paraná por la cual se citaba a sus padres a declarar en la causa Trimarco. Ella, que por entonces tenía 30 años, sabía desde siempre que era adoptada y últimamente sospechaba que sus progenitores biológicos podrían haber sido víctimas del terrorismo de Estado. Pero no sabía qué era la causa Trimarco; su padre, Raúl Gullino, pensaba que podría tratarse de un juicio iniciado por una aseguradora de autos, porque una vez, muchos años antes, había chocado cerca de la capital entrerriana. En ese mismo momento, Internet tuvo la respuesta: los estaban citando para testimoniar en el marco de una investigación por robo de bebés durante la dictadura.
Un mes después, Sabrina conoció a su hermano de sangre, Sebastián Álvarez. El Banco Nacional de Datos Genéticos acababa de confirmar la relación de sangre que los unía en un 99,9999%. Era el desenlace de una pesquisa judicial que se inició el 18 de mayo de 2005, cuando el coordinador del Registro Único de la Verdad, Guillermo Germano, llevó a la Justicia un anónimo que le habían tirado por debajo de la puerta y denunció los posibles delitos de apropiación de menores nacidos en el Hospital Militar de Paraná durante el cautiverio de sus madres y de sustitución de sus identidades. El expediente comenzó desde entonces a crecer en pesados volúmenes, bajo la carátula Guillermo Germano s/ su denuncia"; para luego adquirir por nombre el del principal responsable de la represión ilegal en Entre Ríos, el general Juan Carlos Ricardo Trimarco. Enseguida se constituyó como querellante Sebastián, ya que la investigación se centró en el caso sobre el que parecía haber más pruebas a mano, el de su madre Raquel Negro, embarazada de seis meses cuando fue secuestrada el 2 de enero de 1978.
Los jueces federales Myriam Galizzi y Gustavo Zonis –los que más participación tuvieron–, los fiscales federales Mario Silva y José Ignacio Candioti, los abogados representantes de la querella que fueron interviniendo en distintas etapas –Marina Barbagelata, Marcelo Baridón, Gamal Taleb, Álvaro Piérola, Florencia Amore; los representantes de Abuelas de Plaza de Mayo Ana Oberlin y Álvaro Baella, y de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Lucas Ciarnello–, el Registro Único de la Verdad y los organismos de Derechos Humanos lograron reconstruir cómo sucedieron los hechos. Raquel Negro y su pareja, Tulio Valenzuela, junto con el pequeño Sebastián –hijo de Raquel y Marcelino Álvarez, ya desaparecido en aquel entonces–, fueron secuestrados en la puerta de la tienda Los Gallegos de Mar del Plata por un grupo de tareas del Segundo Cuerpo de Ejército y trasladados al centro clandestino de detención conocido como la Quinta de Funes, en las afueras de Rosario. Allí los miembros de la patota del Destacamento de Inteligencia 121 mantenían secuestrados a un grupo de integrantes de Montoneros, movimiento al que también pertenecían Raquel y Tulio. A cambio de dejar al niño con sus abuelos maternos, la pareja simuló aceptar la propuesta de participar de la Operación México, que tenía como propósito asesinar a Mario Eduardo Firmenich y otros dirigentes de la cúpula de esa organización armada que residían en ese país. Tulio, también conocido como Tucho, viajó junto con un grupo de agentes de Inteligencia, pero una vez en tierra azteca logró escaparse y desbaratar la operación: el 18 de enero de 1978, en una conferencia de prensa en la casa montonera, denunció el plan de inteligencia que tenía como cabeza al jefe del Segundo Cuerpo, Leopoldo Fortunato Galtieri. El 20 de enero de 2008, documentos que hizo públicos el National Security Archive, de los Estados Unidos, revelarían que los integrantes de la delegación fueron: Jorge Alberto Fariña, bajo el nombre falso de Eduardo Ferrer y cuyo nombre de guerra en Argentina era Sebastián; Juan Daniel Amelong, como Pablo Funes, Daniel; Jorge Cabrera, como Carlos Carabetta, Barba –los tres integraban el Destacamento de Inteligencia 121–; el montonero colaboracionista Carlos Laluf como Miguel Vila y Tucho como Jorge Cattone. En esa conferencia, Valenzuela responsabilizó a Galtieri por la vida de su mujer, que había quedado como rehén, y de los mellizos por nacer, aunque él todavía pensaba que era un solo bebé. Los espías argentinos fueron detenidos y expulsados. Mientras tanto, en Argentina, los represores levantaron la Quinta de Funes y llevaron a los detenidos a la escuela Magnasco de Rosario y posteriormente a la quinta La Intermedia, propiedad de la familia Amelong, ubicada a la vera de la autopista hacia Santa Fe y frente a una estación de servicios.
Operación Paraná
Los responsables de la represión ilegal en Rosario procedieron con Raquel como lo hacían con la mayoría de las secuestradas embarazadas: robaron sus bebés y les cambiaron sus identidades, para luego asesinarla a ella. Coordinaron el plan con las autoridades militares de Paraná, donde existía el Hospital Militar más cercano. Jaime Dri, sobreviviente de la Quinta de Funes, la Magnasco, La Intermedia y de la ESMA, dijo que fue trasladada dos veces a la capital entrerriana para controles prenatales. Luego, cuando todavía faltaba un tiempo para el parto, la volvieron a trasladar y nunca regresó. Desde 1984 se conocía de este viaje a Paraná, cuando Miguel Bonasso publicó Recuerdo de la muerte, basado en el testimonio de Dri.
La patota que comandaba Pascual Guerrieri coordinó el operativo con Trimarco y con el agente de Inteligencia Paul Navone. Internaron a Raquel en la guardia médica, donde habían instalado una precaria reja en la ventana. En una cama dormía la cautiva y en otra el custodio de turno, designado por Marino González, otro miembro del grupo de tareas. Cuando llegó el momento del parto la llevaron en camilla por el parque del nosocomio hasta la sala de Maternidad. Allí intervinieron médicos que no pertenecían a la institución. Primero nació el varón; la madre alcanzó a abrazarlo, pero rápidamente se lo llevaron. Después nació la nena. Ambos niños fueron ingresados a Terapia Intensiva, que estaba a cargo del anestesista y militar Juan Antonio Zaccaría. No era un lugar adecuado para recién nacidos, menos para el varón, que presentaba una cardiopatía congénita, según recordaría durante el juicio el médico que lo atendió, Alfredo Berduc. Ya no estaban bajo la esfera de cuidado de la madre ni de otros familiares y tampoco tenían nombres. En Terapia, por orden de Zaccaría, los inscribieron como NN. Las enfermeras los llamaron Soledad y Facundo.
Berduc, y posiblemente también el médico Juan Ferrarotti, gestionaron la derivación de los niños al Instituto Privado de Pediatría (IPP), ubicado en España 312, donde existía un servicio de Neonatología. Nadie avisó a la madre y mucho menos pidió su consentimiento. En el IPP ingresó primero la niña, el 4 de marzo. La registraron como "López, Soledad", proveniente del Hospital Militar. El 10 de marzo ingresó el varón, como "NN López" y con la misma procedencia. Se supone que durante ese lapso de seis días el bebé pudo haber estado en el hospital San Roque. En el libro de ingresos y egresos figura que ambos fueron dados de alta el 27 de marzo. Ese mismo día, a la noche, Sabrina (o Soledad), fue dejada abandonada en la puerta del Hogar del Huérfano de Rosario. El testigo Eduardo Costanzo dijo que los encargados de ese procedimiento fueron Juan Amelong y Walter Pagano. Lo mismo dijo el hijo de Navone, Pablo, reproduciendo lo que le contó su padre antes de suicidarse en 2008. En el orfanato registraron a la beba como "NN María Andrea". La Justicia de Menores la entregó en adopción a los Gullino.
A Raquel la asesinaron, la llevaron a La Intermedia en el baúl de un auto y la tiraron al mar en un vuelo de la muerte. Valenzuela fue degradado por la cúpula de Montoneros y enviado a la Argentina en la Primera Contraofensiva. Fuerzas de seguridad lo sorprendieron en la frontera con Paraguay y su cuerpo nunca apareció. Al bebé varón sus hermanos todavía lo buscan.

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