jueves, 22 de marzo de 2012

El juicio a Harguindeguy se inició con un imputado ausente

Foto: UNO/Juan Ignacio Pereira


En la primera audiencia de debate, Díaz Bessone no compareció porque lo fueron a buscar a un domicilio equivocado. Mañana evaluarán su estado de salud por videoconferencia. La militancia se movilizó al Juzgado.

Alfredo Hoffman
De la Redacción de UNO

La incertidumbre de las últimas horas sobre si Ramón Genaro Díaz Bessone será juzgado o no en la causa Harguindeguy, debido a sus alegados problemas de salud, no se disipó en la jornada inaugural del juicio oral y público por crímenes de lesa humanidad cometidos en la costa del Uruguay. Recién mañana, mediante videoconferencia y con la intervención de peritos de parte, el Tribunal Oral Federal de Paraná resolverá al respecto. A esto se sumó ayer un confuso episodio basado en un error en la dirección donde el excomandante del Segundo Cuerpo de Ejército cumple arresto domiciliario,  lo que hizo que no se lo pudiera ubicar hasta el final de la audiencia.

Díaz Bessone no estaba en el departamento de Buenos Aires donde lo fue a buscar el Servicio Penitenciario Federal para trasladarlo a la sede del Consejo de la Magistratura, donde compartiría con el exminsitro del interior de la dictadura, Albano Harguindeguy, el privilegio de seguir las alternativas del debate a través de una comunicación a distancia. Por este motivo el Tribunal que preside Lilia Carnero ordenó el allanamiento de la vivienda y la detención del represor. Horas después se corroboró que, en realidad, ahora reside en Rosario, donde está finalizando el juicio por la causa Feced que también lo tiene como imputado. Desde la Justicia Federal de esa ciudad se informó que su estado de salud es “precario”, por lo cual se decidió evaluarlo mediante videconferencia este viernes a las 10. Según dijo Carnero, la confusión se originó en que el abogado Eligio Abel González, quien representó a Díaz Bessone hasta hace pocas horas, informó mal el domicilio.

De esta manera se inició el segundo juicio oral y público por delitos de lesa humanidad en la historia de Entre Ríos, que tiene la particularidad de llevar por primera vez ante un estrado al general retirado Harguideguy, y en el cual se juzgan secuestros, torturas y cuatro desapariciones: las de los concordienses Sixto Zalasar y Julio Alberto Solaga y los gualeguaychuenses Norma Beatriz González y Oscar Alfredo Dezorzi. Se trata de tres expedientes acumulados, uno por cada una de las ciudades donde se cometieron los delitos: Concepción del Uruguay, Concordia y Gualeguaychú.

Desde las tres localidades se movilizaron familiares, testigos, querellantes y militantes peronistas para acompañar esta jornada histórica. Con bombos y carteles con los rostros de los desaparecidos se instalaron frente a los tribunales federales de calle 25 de Mayo. Por una pantalla instalada en la vereda vieron sentarse en el banquillo a los militares Naldo Miguel Dasso, ex jefe del Regimiento de Concordia; Juan Miguel Valentino, ex jefe del Escuadrón de Gualeguaychú, y Santiago Carlos Hector Kelly Del Moral, ex jefe de sección de Exploración en la ciudad del sur entrerriano; a los  policías federales Francisco Crescenzo (ex jefe de la Delegación Concepción del Uruguay) y Julio César Rodríguez, alias “El Moscardón Verde” (sargento de la misma delegación); y a los policías provinciales Marcelo Alfredo Pérez, ex jefe de la Departamental Gualeguaychú, y Juan Carlos Mondragón, autor de la chamarrita Juan del Gualeyán y ex jefe de Seguirdad y Operaciones de la misma Departamental. En un recuadro de la pantalla vieron a Harguindeguy, en soledad, instalado en una cómoda silla. A su lado, el lugar de Díaz Bessone estuvo vacío.

Requerimiento fiscal
Durante la audiencia apenas se avanzó con la lectura del resumen de la requisitoria fiscal de elevación a juicio por la causa de Concepción del Uruguay, en la cual se imputa de los delitos de lesa humanidad de Asociación ilícita y Allanamientos ilegales de domicilio, Privaciones ilegales de la libertad y Torturas a Harguindeguy, Díaz Bessone y Valentino como coautores mediatos, y a Rodríguez y Cresenzo como coautores materiales.

Esta causa abarca el secuestro y las salvajes torturas que sufrieron en la Policía Federal al menos siete adolescentes de Concepción miembros de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), en lo que se recuerda como “La Noche del Mimeógrafo”, por el instrumento para imprimir volantes contra la dictadura que sirvió como excusa a los represores para aquellas detenciones del 16 de julio de 1976. Además trata de tres militantes de la Juventud Peronista, seis miembros de la Comisión Directiva del Sindicato de Luz y Fuerza y otras dos víctimas de Gualeguaychú, todos secuestrados y llevados a Delegación de la Policía Federal de Concepción que funcionaba como centro de torturas.

Hoy se continuará con la lectura de las requisitorias de elevación a juicio, mientras que para el miércoles próximo está previsto que comiencen las declaraciones testimoniales.


La Noche del Mimeógrafo

César Román fue quien en 2006 realizó la denuncia que dio origen a la causa Harguindeguy. En diálogo con UNO, antes de ingresar a la audiencia, recordó lo sucedido en julio de 1976, cuando era alumno de la Escuela Normal y militaba en la UES y en el guevarismo: “Éramos estudiantes secundarios y estuvimos presos en lo que bautizamos como la Noche del Mimeógrafo porque, justamente, los perpetradores nos preguntaban por el mimeógrafo que nosotros teníamos para hacer apuntes y los volantes en los que denunciábamos a la dictadura, a la que habíamos decidido enfrentar pacíficamente después de que nos quitaran dos conquistas: el medio boleto estudiantil y los centros de estudiantes”.

“Luego vino la Obediencia Debida, de Punto Final, vino el menemismo, y finalmente en este marco político más adecuado, aquel viejo mimeógrafo sale del fondo de la historia y se transforma en militancia nuevamente, en memoria; esperamos que se transforme en verdad y en juicio y castigo para los perpetradores, para que lo nuestro no haya sido en vano”, expresó.

Román manifestó que su esperanza, cuando realizó aquella denuncia, fue poder enjuiciar a “los torturadores del pueblo, especialmente a (Darío) Massaferri, que está prófugo, a Rodríguez, alias El Moscardón, y a Crescenzo”. Después la causa creció y ahora comprende también a los crímenes de Concordia y Gualeguaychú, y además tiene a Harguindeguy enfrentando por primera vez a un Tribunal: “Para nosotros es una gran responsabilidad, porque Harguindeguy perjudicó a muchos compañeros, a muchas familias argentinas y nosotros vamos a tomar esa responsabilidad con todas nuestras fuerzas para enjuiciarlo y para que finalmente tenga prisión perpetua”.

“Yo no quiero venganza, yo deseo justicia. No siento odio a los torturadores; pero yo perdí un testículo en la tortura y me han pasado muchísimas cosas desde el punto de vista de las torturas psicológicas. Tenía 17 años y fui severamente afectado, pero prefiero guardarme ese sentimiento para que no me deje inactivo y transformarlo en algo productivo como es la búsqueda de la memoria y recobrar cierto espíritu de aquella época, antes del golpe de Estado, que fue una época maravillosa, una suerte de primavera de los pueblos”, reflexionó.


El caso Zalasar

José Zalasar, uno de los hijos del militante concordiense desaparecido Sixto Zalasar, estuvo ayer acompañando el inicio del juicio frente al Juzgado Federal. Cuando su padre fue secuestrado, el 26 de mayo de 1976, José todavía no había nacido: llegó al mundo nueve días después, el 5 de junio. En la casa familiar de Diamante 1.062, cuando Sixto se iba a trabajar a las siete de la mañana, un grupo de tareas lo rodeó. Su reacción fue cruzar un baldió hacia la casa de unos vecinos; pero las fuerzas policiales ingresaron y encañonaron al matrimonio de ancianos que allí vivía. Entonces Sixto no lo dudó ni un minuto y se entregó. “Lo llevaron así, a los golpes, en una lucha con mi mamá embarazada de mí que salió a la puerta, los vecinos, mi abuela y mi abuelo, y ante mis dos hermanas, Sandra que tenía 8 y Carina que tenía 5”, recordó José.

Ahora él sostiene la lucha de su familia en reclamo de verdad y Justicia y el juicio que se inició ayer representa una oportunidad para reunir nuevos datos que permitan determinar cuál fue su destino final. “Por ahora la gente tiene un poco de miedo todavía, y no es para menos, los comprendo muchísimo. Esperemos que en el transcurso de este juicio muchos se animen a hablar: los que lo conocieron, los que vieron, los que estuvieron detenidos con él, puedan dar una declaración que nos pueda ayudar”, dijo en diálogo con UNO.

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