domingo, 2 de octubre de 2011

"Los juicios tienen un valor social"

A PARTIR DE DATOS SURGIDOS EN EL JUICIO, SABRINA TIENE LA CERTEZA
DE QUE SU HERMANO ESTÁ VIVO. (FOTO: N. JUNCOS/LA CAPITAL)

Sabrina Gullino, nieta recuperada, destacó que los juicios permiten reconstruir la verdad histórica y "hablar de las cosas que no se hablaban”. El proceso por la causa Hospital Militar, en Paraná, es un ejemplo de ello.

Los juicios no sólo tienen una función de reivindicación desde el punto de vista de víctimas y familiares, sino que poseen todo un valor social, el de tener la posibilidad de reconstruir la verdad histórica, de hablar de las cosas que no se hablaban”, plantea Sabrina Gullino, nieta recuperada, hija de los militantes montoneros Raquel Negro y Tulio Valenzuela, ambos desaparecidos.

Nacida en el Hospital Militar de Paraná, a donde fue llevada su madre a dar a luz, prisionera de la dictadura en la Quinta de Funes, Sabrina hoy tiene la certeza de que su hermano mellizo se encuentra con vida, a partir de datos surgidos en el juicio oral que se desarrolla en el Tribunal Oral Federal de la capital entrerriana contra cuatro militares, un agente civil y un médico del Ejército.

—¿Cómo estás viviendo la experiencia de estar cara a cara con los acusados en el juicio?
—Desde que empezó tengo a los imputados ahí, y no hay separación. Hubo varios momentos para mí de mucha tensión, y el recorrido al Hospital Militar y el Instituto Privado de Pediatría (IPP) fue el más fuerte: lo tenía a Amelong al lado mío, a Guerrieri más atrás, Fariña. A veces los lugares eran muy pequeños y todos tenían que entrar: jueces, fiscales, las enfermeras que tenían que declarar. Yo quería escuchar porque era donde habíamos estado con mi mamá. Hay muchos sentimientos encontrados. Me dio mucha ternura el proceso que hicieron las enfermeras, porque al principio estaban indicando a sus jefes como responsables de algo que no hablaba nadie. En 2005 ellas hacían con mucho miedo las declaraciones. El día del recorrido vinieron sabiendo que habían sido protagonistas y cómo fueron cambiando para pasar a ser la voz de ese pasado.

—¿Qué sentiste cuando te enteraste que podías ser hija de desaparecidos?
—A mí me contaron desde muy chiquita que era adoptada. Mi familia es de Villa Ramallo y cuando vine a estudiar a Rosario empecé a tener contacto con los chicos de Hijos. Sabés que sos adoptado y empezás a pensar. Pero cuando veía quiénes eran los nietos recuperados y cómo estaban relacionados sus apropiadores con el poder militar o económico, a mí no me cerraba. Con mi familia Gullino tengo tan buena onda, que así como a otras personas los padres les cuentan el parto, a nosotras nos contaban cómo nos fueron a buscar.

—¿Y después del ADN?
—Cuando me enteré que tenía un hermano me dio una pena terrible no haber hecho el ADN antes. Yo decidí hacerme el ADN. Un viernes hablé con un amigo de Hijos que me contactó con Abuelas. El domingo estaba en mi casa de Ramallo con mi familia y a la tarde llegó una citación para mis papás en la causa Trimarco del Tribunal Federal de Paraná. No sabía quién era Trimarco. Buscamos en Internet y encontramos todo: que (el represor) Costanzo había declarado que a Raquel Negro la habían internado en el Hospital Militar como sobrina de Galtieri, que había dado a luz a mellizos y que a la bebé la habían dejado abandonada en un convento de Rosario. Yo no sabía que a la vez había una línea de investigación que me estaba alcanzando a mí.

—¿Qué dirías a quienes tienen dudas sobre su identidad?
—No es fácil. Cada uno tiene su proceso y sus tiempos, pero les diría que puede ser que tengan hermanos que los estén buscando. También siento que se me agrandó la familia en muchos aspectos. La nueva identidad no es algo terminado, que vos eras esto y ahora que estás biológicamente relacionada con estas personas no sos más lo que eras antes y sos otra cosa. No estoy de acuerdo con ese concepto de identidad estático y que cristaliza. Para mí la identidad la vamos construyendo todo el tiempo y se va nutriendo de los vínculos que vamos tejiendo.

—En tu caso todo se dio bastante rápido.
—Yo tuve la restitución de mi identidad (a fines de 2008) y en abril (de 2009) empezó el juicio a Guerrieri hasta 2010, y en 2011 la causa Hospital Militar. Agradezco poder participar de estos procesos de justicia pero a veces uno viene desarmado.

—¿Cómo te relacionabas antes con el tema de los DDHH?
—Eso sí fue un cambio porque en la facultad fui a uno que otro escrache, pero a acompañar, y no milité en ningún organismo de DDHH.

—¿Y en cuanto a la política de derechos humanos de los gobiernos kirchneristas?
—Es superpositiva la política de Estado de DDHH. Creo que los juicios no tienen una función sólo de reivindicación desde el punto de vista de las víctimas y los familiares, sino que tienen todo un valor social. De tener la posibilidad de reconstruir la verdad histórica, de hablar de las cosas que no se hablaban. Lo veo a nivel individual y a nivel colectivo. En Paraná mismo, con las enfermeras, esto de que hay una sociedad civil cómplice pero hay toda una solidaridad de otros actores sociales que en ese momento fueron ninguneados. De alguna manera se vuelve a hablar de otros valores que un poco en esta posmodernidad se estaban olvidando, de militancia, solidaridad, compromiso, de si hay una posibilidad de transformar el mundo.

—Críticos al gobierno hablan del “uso político” que hace el kirchnerismo de los derechos humanos. ¿Qué opinás?
—Digo que no estoy de acuerdo con esa opinión reaccionaria. Creo que ellos (los opositores) también están haciendo un uso político. Son discursos que construyen de alguna manera realidad. Me parece el kirchnerismo cuando apuesta a la política de DDHH, de alguna manera está apostando a la mayoría. Porque nos posiciona como un país superprogresista donde se puede juzgar a los genocidas, y después desde lo micro hasta lo macro está la oportunidad de reivindicación. Debe quedar al margen lo que siente en su fuero íntimo un político, lo que importa es que su accionar redunda en algo bueno. Creo que esa tesis de los opositores es un comentario superficial para desprestigiar a la presidente.

—¿Surgieron expectativas sobre tu hermano mellizo?
—Cuando empezó la causa en 2005, se planteó la hipótesis de que en el Hospital Militar hubo una maternidad clandestina. En 2006 el Tucu (Costanzo) da un reportaje y dan conmigo en 2008, pero en el medio van buscando el testimonio de las enfermeras, de otros testigos. Cuando eso empezó buscaban a la bebé porque el melli decían que había fallecido. Ahora, en la instancia del juicio oral cambió, a mí no me quedan dudas de que está vivo. Porque se fueron escuchando las voces que empiezan a aparecer: que en el Hospital Militar nació vivo, que la enfermera lo cambió de ropa, que teníamos un peso más o menos normal, que estaba bien. Después nos derivan al IPP donde nos ingresan como Soledad López y NN López, provenientes del Hospital Militar, y egresamos los dos el 27 de marzo de 1978. Y tenés que de los médicos ninguno se acuerda, y que para poder sostenerlo terminan hasta poniendo en riesgo la coherencia de su práctica profesional. Ante las preguntas se tienen que ir cubriendo, esa mentira, eso que no dicen. Pero lo más maravilloso es que podemos encontrar a nuestro hermano y no solamente juzgar a los militares. Y eso es sumamente valioso y de alguna manera es poner de nuevo los valores y principios en orden. Veo a las enfermeras contra el silencio y la cobardía de los médicos.

Jorge Kaplan / La Capital

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